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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Según la última encuesta de CPI (Diciembre, 2016), el presidente Kuczynski estaría transitando a la "boca de cocodrilo" (o "de lagarto", como prefieran) que augurábamos hace un par de semanas en la columna "Aún están a tiempo". En dicho estudio, el mandatario estaría aprobado por el 46.2% de la población frente a una desaprobación del 46.3%.

Como señalé entonces, mi sensación es que, pasado ese hito, donde la desaprobación se encuentra por encima de la aprobación, se presentan cambios en la dinámica colectiva, a partir de los cuales se magnifican los errores y se minimizan los aciertos, haciéndole las cosas cada vez más difíciles al gobierno. Revertir dicha situación, por lo tanto, es más complicado.

De acuerdo a las cifras de CPI, PPK estaría por perder a la clase media (45.3% de aprobación frente al 47.2% de desaprobación en el NSE C), y definitivamente habría perdido a las clases más necesitadas (39.9% de aprobación frente al 52.9% de desaprobación en los NSE D y E). Salvo por Alejandro Toledo, ningún otro presidente posfujimorista habría perdido tanto en tan poco tiempo. Sin enfocarnos en los datos exactos (las distintas encuestas se realizan en tiempos distintos y con metodologías distintas), la tendencia es la misma que en las encuestas publicadas por Datum e Ipsos. Es, entonces, más que una llamada de alerta.

PPK y su equipo tienen que detener esta hemorragia, y cuanto antes mejor. En un país de instituciones precarias, como el nuestro, la popularidad es clave. Quien dijo que no se puede gobernar para las encuestas debe revisar sus premisas: al menos para PPK y su gobierno, es imprescindible recuperar el favor de la ciudadanía.

Para empezar, tienen que resolver los temas coyunturales y de corto plazo; luego deben emprender medidas específicas alrededor de las principales preocupaciones (seguridad, corrupción, economía). Hay que trabajar pensando en el agregado y en los subgrupos. La tarea no será fácil, pero tampoco es imposible. Y, como en todo, la estrategia precede a la acción, a la organización y a la distribución de recursos.