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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Ayer, lamentablemente, aumentaron a cuatro los fallecidos por los enfrentamientos alrededor del proyecto minero Las Bambas. Ante ello, el gobierno del presidente Humala se mantiene dubitativo, invocando al diálogo –lo obvio– y esperando a que las cosas regresen a su cauce natural por cuenta propia. Esto, ya sabemos, es lo que ocurrió con los proyectos Conga y Tía María, hoy congelados en un limbo jurídico-político.

Es imperativo que los peruanos entendamos que la responsabilidad de garantizar el desarrollo de estos proyectos recae en el Estado peruano, representado hoy por el gobierno nacionalista. Nadie más puede aplicar la ley, renegociar acuerdos, actuar políticamente, entre otras formas de acción, ante estos grupos azuzados por violentistas ideologizados. Si el gobierno pretende pasarle el problema a la empresa, como hizo con Conga y Tía María, pues se sumará a los otros US$21,500 millones paralizados por trabas y conflictos sociales.

Exigir el diálogo y la paz social está muy bien; es lo políticamente correcto. Pero no resolverá ningún problema, menos aún permitirá el desarrollo de la minería en el Perú. Y ello, por una simple razón: quienes se oponen a la minería no creen en el diálogo; peor aún, se fortalecen en el enfrentamiento, y más aún cuando hay muertos y heridos de por medio.

Es parte de la secuencia, dicho sea de paso: primero esparcen mentiras y miedos, luego azuzan a la población, forman un Frente de Defensa, exigen un imposible, llaman a un paro, buscan tomar las instalaciones, y claro, es inminente entonces el enfrentamiento, con las consecuencias que todos lamentamos.

¿Qué hacer si el gobierno no está en capacidad de enfrentar este problema (y todo apunta a que es así)? La verdad, no quedan muchas alternativas. Es obvio que este gobierno es incapaz de buscar ayuda o aliados en otras tiendas políticas. Y este no es un problema que se resuelve con tecnócratas. Este es un problema político e institucional, del tipo que solo el gobierno puede solucionar.

Y los electores, pues, debemos tomar esto como experiencia. Gobernar requiere más que buenas intenciones (si alguna vez existieron).