Juan José Garrido
Juan José Garrido

Hasta diciembre pasado, cuando Estados Unidos hizo público el acuerdo con la empresa Odebrecht (sobre las corruptelas en distintos países), la Fiscalía Anticorrupción no había movido un dedo en el caso Lava Jato. Solo con los documentos emitidos por el órgano de justicia norteamericano y la colaboración eficaz de algunos procesados, se realizó una serie de detenciones preventivas.

En total, se emitieron más de 10 órdenes de detención y muchos están –en efecto– recluidos preventivamente hoy: Jorge Cuba, Edwin Luyo, Miguel Navarro y Jessica Tejada por el caso Metro de Lima (Mariella Huerta se encuentra prófuga); Jorge Acurio por el caso Vía de Evitamiento Cusco (Gustavo Salazar está prófugo). Alejandro Toledo, Eliane Karp, Josef Maiman y Avi Dan On, por los casos IIRSA y Ecoteva, se encuentran con 18 meses de detención preventiva, hoy prófugos también de la justicia.

Con ninguno de estos personajes se puso en duda la necesidad de detenerlos preventivamente, a sabiendas de la gravedad de los delitos y la inmensa cantidad de pruebas. Pero cuando la Fiscalía de Lavado de Activos solicita la prisión preventiva de Ollanta Humala y Nadine Heredia, y el juez Concepción Carhuancho actúa de igual manera ordenando la prisión preventiva, ahí sí saltan todos con una indignación, impaciencia y generosidad inimaginable. O sea, la prisión preventiva sirve para los pececitos, pero no para los tiburones.

¿Es que acaso la imputación contra Humala y Heredia es más leve que la de Cuba o Tejada? En absoluto; por el contrario, existe mayor carga procesal y son identificados como cabezas de organización, no simples integrantes. ¿Acaso no existen evidencias tangibles de que trataron de entorpecer e incluso escapar de la justicia? A montones. ¿Cuba compró testigos? ¿Luyo le mintió a la Fiscalía? ¿Acurio trató de fingir su letra ante la Fiscalía? No, pero ellos sí están presos preventivamente.

Si hoy dejan a Humala y Heredia libres, pues saquen por la tarde a los anteriores, cancelen la orden de detención de Toledo y compañía y olvidémonos de la justicia. Es lo que tocaría en un país donde reina la impunidad.