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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El presidente Ollanta Humala entra debilitado a su último año de gobierno: sin capacidad de hacer reformas, de tender puentes (¿qué político tendría interés en comprarse un pleito?), cuestionado por su cónyuge, sus indecisiones y, peor aún, sus sospechosos proyectos de inversión pública.

En los países anglosajones, ante este tipo de situaciones apodan al gobernante "pato rengo": acercándose la fecha en la que concluye su mandato, y por distintas razones, el que se encuentra en el poder se ve disminuido, incapaz de hacer frente a la oposición. Humala es, en estricto, un pato rengo; y si revisamos el pasado inmediato, diera la impresión de que cojea hace un buen tiempo ('ley Pulpín', Tía María, entre otros).

Es increíble, sin dudas, la manifiesta incapacidad del presidente Humala para gobernar. Cierto es que el boom de los commodities tuvo su punto de inflexión durante este gobierno (en el 2013), pero ni es la razón principal del desánimo generalizado (a mi parecer, empezó con la paralización del proyecto Conga a fines del 2011) ni la desaceleración económica explica la sensación popular de desgobierno (donde la inseguridad está al tope de los reclamos). Pasados cuatro años, no hay duda de las limitaciones.

A ello podemos atribuirle distintas explicaciones: el ascenso de los micropoderes (los antimineros, por ejemplo), carencias personales (la falta de liderazgo y desconocimiento sobre su tarea), las expectativas, entre otros.

Humala es un pato rengo. No es el primero (recordemos a Toledo y García, ambos acabaron sin fuerzas políticas) y, probablemente, no será el último.

Que sea rengo, por si acaso, no lo hace débil en todos los planos; este gobierno, por ejemplo, ha mantenido un núcleo duro en los estamentos militares y de Inteligencia, mucho mayor que en el gobierno de García o Toledo. Será rengo para sacar adelante una reforma política o un proyecto específico, pero no necesariamente para espiar, comprar personas y fabricar cortinas de humo.

Con esto en mente, nos acercamos al último mensaje presidencial. Tamicemos, pues, el mensaje.

Juan José Garridodirector@peru21.com