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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Caído el affaire Chinchero, pierde el tiempo el oficialismo enfilando sus baterías contra el contralor Alarcón y el fujimorismo. Acusar a la Contraloría de hiperactividad, cuando aún no hemos pasado las primeras olas del tsunami Odebrecht, es hacerles un poco de juego a quienes acusan al gobierno justamente de eso: de lenidad frente a la corrupción. Le ponen, de paso, la pelota al fujimorismo para que meta un gol: son ellos, ahora, los que no se casan con los intereses empresariales y políticos.

Lo que el gobierno debería hacer es mirar adelante y resolver dos cosas. En primer lugar, cómo pasar esta página después de las idas y venidas que acabaron con la renuncia al MTC del primer vicepresidente, pero, en segundo lugar, y más importante aún, cómo tomar la iniciativa política.

Pasar la página significa resolver el futuro del aeropuerto de Chinchero: cómo se resolverá el contrato y la adenda (como ofreció el Sr. Vizcarra el domingo último), cómo será el nuevo proceso (y ese largo etcétera que requieren proyectos de esta envergadura), y quién asumirá la cartera de Transportes y Comunicaciones, entre otros.

Tomar la iniciativa, sin embargo, es lo más importante y lo que debería primar en la mente del oficialismo. Sí, estos golpes cuestan, duelen, molestan, pero el gobierno no se puede quedar mirando el pasado y, peor aún, culpando a sus opositores de sus males.

Hoy, a la ciudadanía le preocupa la inseguridad, la sensación de parálisis económica, de desorientación en el Ejecutivo, las corruptelas desempolvadas y la sensación de impunidad; si el fujimorismo juega o no duro, es un problema que el gobierno debe resolver, pero no está entre las prioridades de la ciudadanía. Eso es parte de hacer política, y lo que el gobierno debe demostrarle al pueblo es que entiende que es así y que sabe cómo lidiar con ello.

Para ello, mente fría y más sesos a la búsqueda de soluciones. Actuar en caliente y de manera reactiva solo favorece a sus detractores.