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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Han pasado 1,149 días desde que explotara en Brasil el caso Lava Jato. Cualquiera esperaría, en tanto tiempo y con dicha información, que nuestras autoridades asuman un rol preponderante en la búsqueda de la verdad y, por supuesto, de la justicia. Pasados más de mil días, uno esperaría decenas, si no centenas, de funcionarios, empresarios y personajes apresados, condenados la mayoría a penas durísimas (fujimoristas que cayeron por US$3,000 pasaron hasta 8 años en la cárcel) por corrupción y otros delitos.

No obstante, hasta el 21 de diciembre, fecha en la que se hicieran públicas las conversaciones –en búsqueda de un acuerdo– entre el gobierno de Estados Unidos y la empresa Odebrecht, no había pasado absolutamente nada. NA-DA. Solo cuando el Departamento de Justicia reveló que 12 países (entre los cuales se encontraba Perú, por supuesto) habían participado en los sobornos, y brindaron información en nuestro caso sobre las obras y los montos, solo ahí hubo unas pequeñas movilizaciones de la Fiscalía y el Poder Judicial.

Han pasado 139 días desde que Estados Unidos hiciera pública dicha información (donde la empresa señala, entonces, directamente a personas con nombres, cargos, montos y casos) y solo han caído unos cuantos mandos medios, personas sin mayor peso y, sin duda, capacidad de decisión final a dicho nivel de corrupción.

El resumen de todo esto es muy simple, y se llama "impunidad", esa sensación que tenemos los ciudadanos de que, como siempre, nada pasará, y que tienen los corruptos e implicados de que ojalá y como siempre, nada pasará. ¿Y por qué no pasa nada? Muy simple: porque el sistema está hecho para que no pase nada. Fíjense qué tan simple es de entender: uno de los ejecutivos de Odebrecht (más que seguro involucrado en las coimas) ha preferido quedarse en Perú que regresar a Brasil… acá sale a caminar todas las mañanas tranquilo, se pasea por restaurantes y asiste a reuniones, con mucha naturalidad, a sabiendas de que está protegido. ¿No es increíble? Sí, increíble y lamentable. Pero esa es nuestra realidad.