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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La magnitud del desastre es inmensurable. Todo apunta, además, a que tenemos para unas semanas más. El gobierno se desplaza por todo el país, políticos de todas las tendencias se trasladan de aquí para allá, empresas y personas donan y apoyan con lo que pueden.

Pero para un grupo de criticones, el diablo está en los detalles. "¡Malditos! ¡Sinvergüenzas! ¡Se aprovechan de la desgracia para promocionarse, para hacerse los buenitos!", se lee en redes. Y es imposible entonces hacerse la pregunta: ¿quién es realmente el "maldito"? ¿El que en una desgracia aporta o el criticón que la descalifica (impidiendo, probablemente, más ayuda)?

Porque, a ver, esto no es física teorética. Son miles de damnificados que necesitan agua, comida, techo y seguridad. Entonces, viene un ministro, congresista, empresario o individuo y destina una cantidad de recursos (sea dinero o especies), y sale el criticón a discutir sobre filosofía moral.

¿Y no sería mejor dejarlo ayudar? ¿Qué ayuda, finalmente, más a los necesitados: una botella de agua con el logo que el criticón detesta o la crítica que inhibe a otro a ayudar? ¿Qué creen que elegiría ese campesino de Huarmey que ayer lo perdió todo?

Si de alternativas platónicas se trata, obvio que preferimos al que va silencioso llevando ayuda y haciéndoles la vida más simple a quienes más lo necesitan. Pero si de deseos se trata, mejor sería pedir que no caiga más lluvia. A sabiendas de que ninguno es probable, ¿no es más importante que la ayuda llegue? ¿Y si lleva una marca o foto, la hace ilícita? ¿Y si la entrega un político, la vuelve venenosa?

Claro, uno es libre de hacer lo que le plazca, y a los criticones les sobra el tiempo, pullas y sofismas. Mientras, miles de peruanos no saben cuándo llegará el próximo sorbo de agua. ¿Es el momento de empezar un debate sobre la naturaleza humana?

Lo peor de todo es la hipocresía que destilan: a fin de cuentas, el criticón también está haciendo política. ¿O si no, qué?