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Juan José Garrido: Caraduras

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Durante los últimos 15 años, la minería fue fuente importantísima de inversiones, puestos de trabajo, impuestos y divisas, qué duda cabe. Fue así una causa fundamental de nuestro crecimiento económico que maravilló a tantos, pero no fue la única: nuestra productividad se incrementó de manera notable, se desarrollaron industrias conexas (como la metalmecánica, por ejemplo), y otras independientes; aumentaron nuestras exportaciones no tradicionales, y así.

Es mentira que nuestro crecimiento dependía única y exclusivamente de la exportación de minerales. Era una fuente importante, ya lo dijimos, pero no era ni la única ni la más importante (las ganancias en productividad, por ejemplo, son mucho más importantes, sin duda).

Para un grupo de analistas, pero sobre todo para un grupo de activistas, esto era insoportable; se agazaparon bajo el manto de la supuesta inviabilidad de un modelo "primario exportador", a sabiendas de que lo importante, lo realmente crucial, es qué haces con los ingresos de dichas materias primas, en qué los inviertes, cómo los utilizas para desarrollar otros pilares de crecimiento en el futuro (como hacen Noruega, Australia, Canadá y tantos otros).

Bajo esa bobería de la "insostenibilidad del modelo" se articularon los activistas que, como ya sabemos, paralizaron proyectos mineros cruciales como Cerro Quilish, Conga, Tía María y –pretenden también– Las Bambas.

Y ahora que el Perú perdió durante estos años más de 16 puntos de PBI –como bien señala un estudio del IPE–, nos vienen a decir "¡se lo advertimos!". Con increíble cinismo y perversión, ahora nos quieren hacer creer que la caída de las inversiones es por un factor de precios, cuando durante más de 10 años se pusieron en contra de todo tipo de inversión; peor aún cuando, incluso con estos precios, proyectos como Tía María o Las Bambas estarían felices de salir adelante.

Este golpe certero contra el crecimiento no empobrece a los inversionistas o a los grandes empresarios (el centro del odio antiminero), sino a los más pobres. Eso es lo que al final han dejado: menos recursos para nuestro desarrollo.