notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Luego de avances sostenidos en los derechos LGTB, llega una contraofensiva. No les dicen "marica", "rosquete" o "pecado nefando", pero les quitan derechos, se manifiestan en su contra y en Eslovenia el referéndum niega el matrimonio homosexual. Se los deshumaniza para prohibirles derechos o matarlos, como hizo la inquisición con el hereje, Hitler con el judío y Castro con los gusanos de Miami. Deshumanizar es una técnica para herir, matar o denostar sin remordimiento (un psicópata es el que no siente remordimiento). No es un recurso moral. Primero, no escondamos los nombres insultantes. Hay que mostrarlos y desembrujarlos para quitarles su maldad.

Segundo, dos conceptos absolutos crean la modernidad: "Todos los seres humanos son iguales ante la ley" y "todos tienen sus derechos individuales intactos". Punto. No hay medias tintas. Es verdad que las consecuencias de estos celebrados conceptos no se sospechaban cuando se proclamaron, pero no hay retorno ni se puede escoger. Hoy las mujeres trabajan, los varones crían, la píldora acabó con la virginidad, el divorcio no crea trauma, EE.UU. tiene un presidente negro, y los LGTB hacen pareja y también familia. Son las consecuencias de la libertad. Que los gays adopten niños introduce la misma interrogante (temor) que antes cuando adoptaban las parejas interraciales o interreligiosas, o cuando las divorciadas eran putas; los bastardos, desalmados; los hijos entre primos o de personas especiales eran monstruosos. No es nuevo impugnar al "extraño".

La Iglesia y demás ultratradicionales perderán este combate porque enfrentan a la consecuencia, los LGTB, y no a la causa: la libertad individual. Muchos más efectos de la libertad individual –que hoy ni imaginamos–, se irán revelando y ganarán los combates porque la modernidad es joven y su ciclo es de ascenso.