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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El ideal es una de las últimas mentalidades feudales poderosas que subsisten en la modernidad capitalista. Para un importante público global, el ideal (político y social) reina muy por encima de la realidad. El ideal, una histeria potente, es una descomposición laica de la fe religiosa que por esta potestad se permite escoger a priori a los "buenos" o al "bien" para instrumentalizarlos contra el poder vigente: indios, negros, pobres (donde califican los musulmanes), jóvenes, mujeres, gays, ecologistas y otras colectividades históricamente oprimidas o marginadas. Los políticos y líderes de opinión que otorgan este bono reciben, a cambio, apoyo ideológico y a veces militante. Desde Rusia hasta Venezuela, desmontaron sus sociedades ondeando el caro ideal pero apenas tomaron el poder sometieron cruelmente a los "buenos" del ideal, a los que habían usado como troyanos sociales. La histeria del ideal en el poder fue muchísimo más canalla.

Al Che Guevara asesino se lo idolatra porque "murió por sus ideales". Cuba ocupó militarmente Angola por 16 años (más que EE.UU. en Vietnam), Stalin asesinó a treinta millones, Mao a cincuenta, Maduro destruye Venezuela, pero como representan al "bien" del ideal, entonces, en la enorme injusticia de este ideal laico, les encuentran virtudes para que sus semillas sigan violentando la realidad. Así, los notorios agentes del castrismo siguen siendo votados libre y masivamente porque, aunque destruyan la realidad, representan a los "buenos" del ideal. Nada que hacer con esta psicología perversa que como rata en la alacena habita una esquina de gente normal.

Pero aquel que nos salve del castrismo, del terrorismo y de otros avatares del ideal histérico es un héroe; y aún con sus lados oscuros, es una piedra fundamental en la construcción de sociedades modernas y democráticas.