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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Peña Nieto, el presidente mexicano, quiere extraditar a 'El Chapo' Guzmán lo más pronto posible. Es que con el intercambio de correspondencia romántica con la actriz Kate del Castillo, el narcotraficante ha pasado de delincuente notorio a elocuente tenorio; y el público, siempre sensiblero, ya le mira el corazón flechado olvidando toda la gente que ha matado. Por eso, Peña Nieto prefiere pasarles el paquete a los gringos, no tanto para evitar una nueva fuga, sino masivos pedidos de liberación que argumenten justicia para el amor popular. Vivimos épocas donde los movimientos sociales —como antes el cliente—, siempre tienen la razón y el monstruo, con el candor que Kate le ha dado, ya se disfraza de víctima del Estado. Ella no lo ha hecho de mala (aunque tiene cara o la actúa bien) sino por poderosa, y no por famosa sino por mujer. Desde el último deshielo, 18,000 años a. C. (neolítico) hasta la aparición del imperio babilónico, la mujer (el matriarcado según Bachofen) dominó la civilización humana. En lugar de matar a los animales, como gusta a los varones, los domesticaron (que es más femenino, aunque las feministas aseguren que todas las tareas son impuestas por el hombre). Tardaron miles de años en domesticar la oveja, la cabra, el lobo, tres mil años en domesticar la variedad oryza sativa de arroz, etcétera. Se precisa de una hegemonía para insistir, por milenios, en la disciplina de domesticar y no de matar, y esa hegemonía fue de género. Criar hijos también es domesticar y dicen que tener marido también. Bueno, si las poderosas mujeres del neolítico pudieron domesticar animales salvajes y Ann a King Kong, ¿por qué no puede la bella y afamada actriz convertir a la fiera en cachorro? Puede y pudo, aunque la razón de Estado (y con toda razón) no lo acepte.