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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La Policía venezolana atrapó al Buñuelo, quien lanzó granadas, mató a un sargento, se atrincheró en su casa y amenazó con ejecutar a su mujer e hija de 11 años. Fue capturado portando un fusil FAL. Llevaba 30 asesinatos, un rosario de secuestros, entre otros delitos. A Sherlock Holmes las armas de guerra lo hubieran llevado hacia los "colectivos" paramilitares del chavismo (La Piedrita, Alexis Vive, Tupamaro, etc.), preparados y dotados "para defender la revolución". De día son sabuesos del gobierno —en moto—, de noche usan las armas o las alquilan a hampones amigos. Estos ejércitos de lumpen-militancia son una política de Estado y en el 2015 han causado 27 mil muertos por violencia callejera.

El ministro del Interior, Gustavo González, sin embargo, aseguró que El Buñuelo es, en realidad, un paramilitar de la derecha opositora. Ach so! Antaño, al Fidel Castro magnético se le creía que sus muertos y exilados eran gusanos, bandidos y contrarrevolucionarios. Pocos perversos fueron más brillantes para el engaño. Pero González no es Castro, obvio, y, además, el mundo se ha desideologizado, y Venezuela también. Ya no hay desesperación por adormecerse con el cuento de un milagro social y balar vivas a un caudillo redentor. Solo España (una pena) —con Podemos y la vejez argumental del Partido Socialista Obrero Español— persiste en la idiotez comunistoide que incluso América Latina está superando. Aquí, el socialismo del siglo XXI entró en decrepitud y la decadencia agita como novedad sus discursos marchitos. La agonía de este modelo se acortaría si cayeran los Castro, los titiriteros (¿vieron el papelón de Raúl Castro en Francia?), pero he ahí que Estados Unidos y la CEU les dan oxígeno. ¿Por qué? Porque a ellos no les importa que nos terminen de carcomer las sociedades. Y, por lo visto, a nosotros tampoco.