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El 2 de febrero de 2020, cuando aún no habíamos sido invadidos por el virus y tampoco teníamos cuarentena para cumplir, una noticia que nos destrozaba el alma circulaba en los medios de comunicación: Camila, una inocente niña de apenas 4 años, fue secuestrada, violada y asesinada por un vecino del barrio, un adolescente de 15 años de edad en Independencia, mientras su joven madre, de 22 años, disfrutaba de una yunza a unas cuadras del lugar.
Como este caso, también indignan y aterran los altos niveles de violencia contra las mujeres. En 2019 hubo 164 feminicidios, la cifra más alta en los últimos 10 años; en 2020, 132 mujeres fueron víctimas de feminicidios según la Defensoría del Pueblo. En el mismo año, el 88% de víctimas tenía vínculos familiares con los agresores (60% eran parejas, 15% ex parejas, 5% familia y 8% conocidos); asimismo, 200 niños han quedado huérfanos.
Los casos descritos fueron cometidos en el entorno del hogar, del barrio o de la comunidad, y esto nos obliga a reflexionar sobre el rol de la sociedad en la prevención, debido a que no hubo alertas tempranas en el círculo barrial o comunitario (salvo en las comisarías en algunos casos), o, si las hubo, la falta de capacitación y el ejercicio de la organización ciudadana no contribuyó para adoptar medidas inmediatas, cuya consecuencia fue la consumación del crimen.
El entusiasmo de las juntas vecinales de seguridad ciudadana o del programa Barrio Seguro debe traspasar las barreras del concepto equivocado de una seguridad casi policiaca, transformándolo por tener, antes que barrio seguro, un hogar seguro y un barrio capaz de asegurar esta humana aspiración: vivir seguro.
Una manera de enfrentar este cruel fenómeno podría tener una luz al final del túnel si hacemos que las organizaciones sociales como las juntas vecinales, ya sean de la Policía Nacional, las regionales o municipales, actuaran como una gran red de protección para mujeres, niñas y niños en peligro de ser agredidos.
Esta magnífica oportunidad de tener ya estructuradas organizaciones sociales en dichas entidades que, con el debido entrenamiento, podrían detectar de manera temprana, aun sin el llamado de auxilio de la posible víctima, actos de violencia y monitorear los acontecimientos, ya sea para protegerla preventivamente o hacer que la atención primaria sea totalmente eficaz.
Es momento de asumir que existen nuevas tareas de seguridad ciudadana y los comités de seguridad ciudadana podrían organizarse contra la pandemia, contra la violencia sexual infantil, contra el feminicidio, como los principales riesgos a la seguridad, desde el hogar. Quien no se pone en la piel y el corazón de las víctimas de violencia sexual infantil o de mujeres, o feminicidio, difícilmente podrá proveerle de justicia. Es hora. ¡Sí se puede!
Disclaimer: Quien escribe esta columna es candidato al Congreso de la República por Victoria Nacional.