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José Cevasco: Si los políticos supieran cocinar

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El cocinero tiene la virtud de saber combinar los ingredientes adecuados para preparar sabrosos potajes. Cuando a alguien se le ocurrió usar las vísceras para preparar nuestro tradicional anticucho y utilizar el mondongo para crear ese delicioso potaje llamado cau cau, seguramente nadie auguraba que esos platos se convertirían en emblemas de nuestra comida criolla.

Si hacemos una analogía, la política también trae aspectos inimaginables que podrían dar soluciones a los aspectos socioeconómicos si nuestros gobernantes tuviesen la imaginación y el sentido común de los cocineros.

La virtud de quien cocina radica en saber fusionar sabores. Los cinco mil platos de nuestra carta nacional son producto de la mezcla de ingredientes indios, europeos y asiáticos, y de la integración culinaria de nuestra costa, sierra y selva.

Del mismo modo, el político debe saber usar e integrar los ingredientes sociales para encontrar soluciones a los problemas nacionales, buscando siempre el equilibrio que sí encontramos en los sabores de nuestra cocina.

Nuestros políticos no integran. Por el contrario, marginan, son pendulares, no encuentran puntos medios para la solución de nuestros problemas, se mueven entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto y lo incorrecto cuando la vida está llena de grises, es decir, de equilibrio.

Cuando el gobernante trata de encontrar alguna solución social o política, busca los extremos y no las soluciones que traigan estabilidad. Busca la confrontación, no el entendimiento; busca sancionar cuando lo correcto es educar y transmitir decencia política.

Los platos no solo son calientes. Los hay fríos, tibios, cocidos, crudos o casi crudos; en la política es lo mismo.

Reconozco que existen algunos políticos, y de ellos los mejores son los que saben cocinar; siempre buscan el sabor justo y el maridaje perfecto para el paladar político. El gobernar es eso, el punto medio, el equilibrio y no lo extremos.

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