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José Cevasco: Pensando en el nuevo Congreso

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Fecha Actualización
No es solo ganar la presidencia de la República. De lo que se trata es de obtener también una mayoría parlamentaria que dé estabilidad política y gobernabilidad al país. Las mayorías, como sabemos, pueden ser absolutas o relativas; las absolutas son aquellas que están por encima de la mitad más uno del número legal de congresistas, que son 130; y la relativa, la que está por debajo de la mitad más uno del número legal.

Tener mayoría absoluta no debería ser sinónimo de autoritarismo; si algún partido la tiene, es porque el pueblo así lo ha querido. Las mayorías absolutas le dan luz verde al partido ganador para aplicar su plan de gobierno y reducen la posibilidad de fragmentación, y uniformizan los criterios políticos para una buena coordinación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo.

Sin embargo, también tiene sus riesgos, pues una mayoría absoluta podría no garantizar los derechos de las minorías, las cuales tendrían un espacio reducido para tratar de hacer realidad sus ofrecimientos de campaña, dejándoles únicamente la posibilidad de realizar una oposición permanente.

Pero, ¿qué es mejor para el país? Desde el punto de vista del gobierno, una mayoría absoluta permite aprobar leyes con mayor rapidez, brinda un escenario para una relación más fluida entre los oficialistas y los ministros y, quizá, las demandas sociales podrían cristalizarse rápidamente.

No obstante, los riesgos están por el lado del control, habría seguramente menos comisiones investigadoras, los ministros irían menos a informar al pleno del Congreso y a las comisiones ordinarias, generando así una percepción de autoritarismo parlamentario.

Los candidatos a la presidencia de la República, por encima de sus propuestas de gobierno, deberían también poner el énfasis en su representación parlamentaria; les toca a los candidatos explicar y difundir los beneficios de la mayoría, que de algún modo asegura una buena gestión gubernamental.