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Era claro que la estrategia del gobierno, desde el inicio del régimen, era desaparecer al Apra, Perú Posible y al fujimorismo de la escena política, para que la señora Nadine Heredia tenga la cancha libre para postular a la presidencia de la República.

La idea era continuar con el modelo nacionalista iniciado por el presidente Ollanta Humala. La misma estrategia fue usada por la ex alcaldesa Susana Villarán; intentó desaparecer, desde el inicio de su gestión, a su antecesor Luis Castañeda, y el tiempo no le dio la razón.

La historia política reciente del Perú nos demuestra que el odio y la venganza no son la fórmula indicada para "desaparecer" a los opositores.

Llegar al poder y convertirse en "arqueólogos políticos", para hallar en el pasado los errores del adversario con la intención de lucirlos como si hubieran descubierto el sarcófago de algún faraón, lo único que demuestra es incapacidad para gobernar.

Muchos políticos confunden su rol con el de los fiscales y jueces. Es triste llegar al Parlamento o al gobierno para dedicarse a perseguir a las personas. La política no la concibo con odio ni tampoco con excesivo amor; solo hay que tratar de ser justos. Yo aprendí que la política sirve para mejorar la calidad de vida de las personas y no para empeorarla.

Al gobernante se le elige para que resuelva los problemas del presente y evite los del futuro a las nuevas generaciones, pero no para estar reviviendo odios del pasado. La única manera de gobernar es mirar hacia adelante, y la mejor forma de "luchar" contra el adversario político es trabajando. De esa forma, el votante verá que el gobernante hace más y mejores cosas que sus antecesores.

Al menos hoy, el partido de gobierno no tiene un proyecto político que le permita sobrevivir.

Por el contrario, los partidos políticos perseguidos tienen opción para ganar. Espero que, si alguno de esos partidos triunfa, no use el poder para sembrar odios y se dedique a mejorar la calidad de vida de todos los peruanos.