Jorge Nieto Montesinos: Para ver hay que creer

“No son pocos los que han creído ver, con el anuncio de una eventual victoria, la sonrisa burlona de la prepotencia tan conocida en el pasado”.
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La noticia de la última semana ha sido la confirmación de la pequeña ventaja electoral de la señora Fujimori en las encuestas. Anunciada con credibilidad antes del debate descentralizado entre candidatos presidenciales, su primer efecto parece haber sido el fortalecimiento de la confianza con que la candidata enfrentó dicho trance. No son pocos los que han creído ver, con el anuncio de una eventual victoria, la sonrisa burlona de la prepotencia tan conocida en el pasado. Y se han preocupado confirmando sus peores presagios. Algunos, como la neoizquierda, al extremo del galimatías.

Las cifras llegan justo en el momento en que la campaña fujimorista ha logrado recuperar un argumento y una estrategia, perdidos desde antes de que terminara la primera vuelta. De un lado, la articulación de alianzas con un muy variado conjunto de movimientos y sectores sociales, algunos de ilegalidad y poder económico manifiestos. De otro lado, la enunciación de su adversario como la suma representativa de todos los males: el Gobierno –bastante lastimado en su prestigio–, los grandes empresarios y la banca internacional. Poco importa si todo sumado es coherente. El éxito estriba en que hace sentido. Y eso le da potencia a la diferencia en la intención del voto.

Al mismo tiempo, en la campaña de enfrente no han logrado recuperar la iniciativa. La ausencia de un equipo afiatado y experto en la actividad específicamente política les ha impedido sacar provecho de los propios aciertos y también de los errores adversarios, que son muchos. Los ojos demasiado puestos en la historia del fujimorismo les han impedido ver, en muchos momentos, los enormes flancos que la campaña adversaria ofrece en el presente. El último incidente, la adulteración de unos audios con la confusa y balbuceante participación del señor Chlimper, que ha derivado en la renuncia del director de Panamericana TV, hecho grave por la ausencia de límites morales que revela, no ha tenido el impacto que podría.

El debate de los candidatos presidenciales de esta noche es la tercera y última llamada para las huestes del señor Kuczynski. La buena exposición de su programa, como en el encuentro de Piura, no le basta. Deberá hacerlo, pero en estas circunstancias es insuficiente. Como lo ha encontrado ya la señora Fujimori, actuándolos tan bien, requieren una estrategia y un argumento políticos que articulen el conjunto de su exposición de la A a la Z. Sin ello, difícilmente habrá carga de la caballería ligera que a última hora salve al joven –es un decir–, de los asaltos de los pieles rojas –también es un decir–. En política, a diferencia de lo que dice Tomás de Aquino, para ver hay que creer.

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