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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Como todas las anteriores, desde la restauración de la democracia, esta segunda vuelta ha tenido distintos momentos. Distingo tres. El primero, las dos semanas iniciales, tuvo a la campaña del señor Kuczynski a la ofensiva. El empate técnico con leve ventaja para él que arrojó la primera encuesta, sumado al argumento que convirtió la aplastante mayoría congresal y la eventual presidencia de la señora Fujimori en un riesgo para la democracia, pusieron a Fuerza Popular a la defensiva. Vocero que hablaba, vocero que metían en el clóset, incluyendo al hermano de espontaneidad dinástica. Quizá por ello los pepekausas, en su mejor hora, aflojaron la tensión.

Un segundo momento, más o menos los siguientes diez días, todo se empantanó. Del lado del señor Kuczynski, sin razón aparente, dejaron caer el argumento que les había dado frutos, el candidato se fue de viaje y el desorden interno, en ausencia de una estrategia cohesionadora, se expresó en disensiones públicas sin mayor sustancia. Del lado de la señora Fujimori, empezó la caza de bolsones electorales que compensaran la situación anterior, aunque sin mucho concierto. Argumentalmente, tanteaban una idea u otra. Nada convincente. Todo se hizo aburrido, errático, sin sentido.

Un tercer momento, en el que estamos, tiene a una señora Fujimori a la ofensiva, articulando alianzas de todo tipo, catch all party diría la legión de anglófilos. Lo mismo el Sendero Verde de De Soto que protestantes de ideas premodernas; igual sindicalistas preocupados por sus CTS que extorsionadores de empresas de construcción civil; lo mismo chicha que limonada. Todo ello, y esto es lo importante, cobijado en un argumento fuerte que le da sentido: frente al candidato del gobierno, de los ricos y de la Quinta Avenida de New York, Mr. Kuczynski, la candidata del pueblo pobre y emergente.

La polaridad es aderezada con golpeteo cuerpo a cuerpo que ella y los pocos voceros que le quedan lanzan en el mejor estilo de peleador callejero, el de Fujimori papá. Del lado del señor Kuczynski, hasta anteayer, todo ha sido asimilar golpes y responder todavía mecánicamente.

¿Vamos a entrar a un cuarto momento… el de los debates? La correteada que el señor Kuczynski le ha dado a la señora Fujimori, "hasta la punta del cerro", parece anunciarlo. Está por verse. En todo caso, ha ganado para la ciudadanía un debate adicional. Le permitirá juzgar mejor ideas, dominio de los temas, carácter, estrategia y liderazgo. Quien crea que un debate político es un torneo intelectual se equivoca. El día que votemos debemos estar seguros que, además de presidente(a), elijamos a quien vaya a gobernarnos. No vaya a ser que el elegido necesite un superasesor o una mandoncita que gobierne. Nuestras experiencias con ello no han terminado bien. Para qué repetir…