[Opinión] Aldo Mariátegui: Autopistas y aeropuertos para tortugas
[Opinión] Aldo Mariátegui: Autopistas y aeropuertos para tortugas

-Leo ayer que la llamada “Autopista del Sol” (Trujillo-Piura) aún no está acabada a 13 años de haber sido concesionada, bajo García II. Bueno, la autopista Lima-Ica se acabó también tras muchos años (se prometió que se acabaría lo antes posible para aliviar los efectos del terremoto en Pisco) y encima es defectuosa, pues increíblemente lleva semáforos y rompemuelles. Y qué decir del aeropuerto limeño, donde los concesionarios alemanes comenzaron como caballos de carrera para tornarse después en unas mañosas tortugas, tardándose todo lo que pudieron para hacer la segunda pista, la segunda torre y el terminal nuevo. El Jorge Chávez es un aeropuerto que se ha quedado enano hace tiempo, con una saturación impresionante. Es cierto que en esos tres casos –y muchos más– existe mucha responsabilidad de un Estado peruano que diseñó muy mal los contratos (por eso existen tantas adendas), no entregó tierras saneadas, se pasó sospechosamente de cojudo con los concursantes (las obras se financiaban con los ingresos que generaban las concesiones inacabadas en lugar de que el ganador consiga el capital, construya y después se cobre de las obras ya hechas) y no mostró la menor energía para “guapear” a los concesionarios remolones, pero también los privados se han pasado de conchudos y han ordeñado al extremo todo sin acabar antes con lo prometido.

-Ese adagio que sostiene que “el peor enemigo de un peruano es otro peruano” se multiplica en validez con esos habitantes desgraciados del valle del Tambo que primero se tiraron abajo Tía María y ahora están obstaculizando la puesta en marcha de Quellaveco. El Perú ya perdió millones en exportaciones y está por perder cifras similares por estos obtusos (¿se acuerdan de “los espartanos”, los salvajes esos con hondas?), que seguramente deben estar otra vez manipulados por las ONG y el dinero de “Cheque” y otros molineros de arroz. Nuestros competidores cupríferos chilenos deben reírse mucho de lo estúpidos que somos.