Enemigos de las empresas
Enemigos de las empresas

Las empresas ocupan un lugar central en nuestra vida económica. Grandes, pequeñas, formales o informales, son fundamentales para generar empleo, sostener a las familias y generar los recursos que el Estado necesita para proveer servicios esenciales como la educación y la salud.

Por ello, hay que tomar en serio la animadversión que contra ellas, particularmente las empresas grandes, se respira en estos días.

Preocupa que el presidente Vizcarra se apoye en este desencanto para anotar goles políticos. Pero más preocupa y desconcierta que sean las propias empresas las que se empecinen en labrar su desprestigio.

La muestra más patética de ello ha sido el penoso manejo que la Asociación de Clínicas Privadas tuvo del desencuentro con el Ejecutivo por el intercambio prestacional.

Su vocero, Carlos Joo Luck, en resumidas cuentas, nos dijo que quien no tiene dinero no puede atenderse “porque el COVID cuesta”, y que resulta necesario cobrar un depósito “disuasivo” como para que a ningún misio se le ocurra internarse en una clínica privada. ¿Se puede ser menos empático?

A ello se sumó el inoportuno comunicado de Confiep, lleno de exhortaciones al Gobierno, pero sin crítica alguna a los actores privados de la salud que, en las últimas semanas, han llevado a la quiebra a cientos de familias. Tal fue el desatino que hasta miembros del propio gremio se apuraron en hacer un deslinde.

Así las cosas, en lugar de ver con horror a políticos populistas y a discursos de la izquierda, los dirigentes empresariales harían bien en empezar por reconocer que hoy no tienen peor enemigo que ellos mismos.

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