¿El peor de  la historia?
¿El peor de la historia?

Como sucedió con todos los Parlamentos de los últimos quinquenios, hoy se escucha decir que este Congreso es el peor de la historia, peor incluso que el defenestrado anterior. Discrepo.

Son varias las leyes aprobadas que preocupan, y mucho, como la legalización de los taxis-colectivos, la eliminación del cobro de peajes, o el retiro del 25% de los fondos de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP).

Estas no resuelven problemas hoy, y más bien pasarán una onerosa factura mañana. Rondan también ciertos proyectos francamente descabellados, desde nuevas constituciones hasta controles de precios. ¡Dios nos libre!

No obstante, no dudo un segundo si me preguntan qué Congreso fue peor. Las “innovaciones” de los actuales legisladores traerán problemas, principalmente en el ámbito económico, pero sus antecesores generaron daños de una índole más grave: la moral e institucional.

Durante 38 meses una mayoría aplastante elegida por menos del 20% de electores –paradojas del Sistema Electoral– lumpenizó la política y la convirtió en un espacio de chantaje, blindaje y lucro.

Hasta hace unos meses, estos inquilinos de la avenida Abancay emplearon sus curules para aplastar a un gobierno –que hizo también su parte– con la piconería como principal motivación.

Usaron el más importante foro nacional para proteger a una procesada y obstruir la labor judicial, y mercantilizaron la política defendiendo a universidades estafadoras y otros intereses económicos.

Que nuestra corta memoria y la abrumadora crisis actual no nos hagan olvidar el pasado reciente y nos lleven a desandar el camino andado.

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