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Redacción PERÚ21

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Carlos Basombrío,Opina.21cbasombrio@peru21.com

Desde que Rospigliosi lanzó su primera denuncia de reglaje a gente incómoda al gobierno, llovieron informaciones desde la Policía y la DINI de personas que no están de acuerdo en que sus instituciones sean usadas como desagüe de la política. Gente que no quiere que se repita la nefasta experiencia fujimontesinista de los noventa.

Supimos, así, que además de Rospigliosi nos estaban siguiendo a Gino Costa y a mí, y que lo hacían con policías prestados por la DIRIN. Los muy candelejones creían que como Costa (dedicado a sus quehaceres académicos) es vecino nuestro, éramos todos parte de un complot. Seguro querían saber también quienes, dentro de Interior, nos cuentan sobre las barbaridades, mediocridades y cutras en el sector; aquellas que hacen imposible tener una política seria y eficaz de seguridad ciudadana. Supimos casi de inmediato que nuestros seguidores habían sido intervenidos por serenazgo. Es más, fue Rospigliosi quien se comunicó con Cuarto poder para contarlo; luego los periodistas ataron cabos y todo quedó al descubierto.

Si en una persona como yo, que no tiene ninguna importancia, se pueden gastar tantos recursos para seguimiento (súmenle interceptación a comunicaciones de todo tipo), ¿cuánto estarán gastando en seguir a periodistas y políticos importantes, en lugar de usar el dinero para seguridad ciudadana?

De la última vez que fui a oír a los Les Luthiers recuerdo un momento en que refiriéndose a una barbaridad hecha en un país X, un ministro dice cachaciento: "esto no se queda así, será investigado hasta las últimas consecuencias". Y el auditorio estalla en carcajadas. Es que ese es uno de los trucos más viejos de los políticos que buscan encubrirse.

Señor premier, señor ministro del Interior, solo les queda la dignidad de renunciar por su responsabilidad política en los hechos. Los problemas penales por los delitos cometidos quedan pendientes.