Javier Barreda Jara, ex ministro de Trabajo en el gobierno de PPK, murió tras un infarto al corazón
Javier Barreda Jara, ex ministro de Trabajo en el gobierno de PPK, murió tras un infarto al corazón

Escribo con la pena que puede dar la partida de un político inteligente, respetuoso de las diferencias y con evidente vocación de servicio, todas cualidades poco comunes en el circo mediático que ha tomado por asalto la política local y el debate nacional.

Javier Barreda y yo somos de generaciones distintas. Además, nos dividieron nuestras preferencias partidarias, pero eso no impidió que en los paneles y mesas de trabajo que compartimos mostrara una grandeza personal que le agradezco. Fuimos rivales al Congreso en 2016 y debatir con él era intelectualmente estimulante, con la certeza, además, de que no te jugaría sucio, como se ha hecho costumbre en la cultura del chaveteo.

Aunque terminó como independiente, fruto de las mezquindades que carcomen al aprismo, por décadas apostó por la modernización de ese partido. Era de los que convincentemente creyeron en la socialdemocracia aprista, construida sobre la memoria, los principios y la juventud valiente. La política de cúpulas calculadoras y sin identidad ideológica no fue la suya.

Revisando sus columnas, encuentro este texto que refleja su legado en la arena política e intelectual: “La política no es perfecta y la democracia es gris, pero no hay un mejor espacio para confrontar, acordar, concertar y construir. La democracia es un régimen de crisis o cambios perpetuos y ello incide en la política como práctica; con riesgos de descontentos y desmotivación”. Luego, insiste, para que la antipolítica no gane, “urgen nuevas miradas políticas, tecnocracias renovadas, líderes sociales y gestores públicos en innovación real, empresarios creativos y abiertos al Perú social y más, una generación que construya política tomando lo mejor de aquella que fue (y cumplió) en su espacio y tiempo”. Barreda, sin duda, es de los que cumplieron.

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