Columna de Jaime Bayly
Columna de Jaime Bayly

Barclays nunca llama por teléfono a su madre Dorita, pero hace una excepción porque ella está cumpliendo ochenta y un años:

-¡Feliz día, querida mamá!

Dorita agradece a su hijo y enseguida se permite amonestarlo:

-Estoy muy molesta y decepcionada, hijo. ¿Cómo puedes apoyar a Hernando? ¡Le estás sirviendo la presidencia en bandeja!

Barclays ha dicho en su programa de televisión que Hernando es un candidato presidencial bien equipado intelectualmente, con las mejores ideas liberales.

-¿No te das cuenta de que Rafael es mil veces mejor que Hernando? ¿Cómo puedes ser tan ciego de no ver que Rafael es el mejor candidato? Es muy feo lo que le has hecho a Rafael. ¿Qué esperas para apoyarlo?

Rafael es el candidato presidencial de la extrema derecha conservadora. Como Dorita, es del Opus Dei. Son amigos de toda la vida. Es célibe, casto, hace cuarenta años, o eso dice él. Se flagela con una corona de cilicio, o eso dice él.

-No puedo apoyar a Rafael, mamá. No me gusta nada. Me cae fatal.

-¡Pero te dio una entrevista, hijo! ¡Te trató muy bien! ¡Estuvo sensacional!

-Mamá, Rafael es un fanático religioso. Está en contra del aborto, de las drogas, de los gays. ¡No puedo apoyarlo!

-¿Por qué no puedes apoyarlo?

-Porque soy liberal. Porque soy agnóstico. Porque soy bisexual.

-¡No eres bisexual, hijo! ¡No sigas diciendo esas tonterías! ¡Eres un hombre hecho y derecho! ¡Nunca has sido bisexual! ¡Dices que eres bisexual sólo para llamar la atención, para hacerte el gracioso, para vender más libros! ¡Muy bien te dijo Rafael que tu bisexualidad es puro marketing!

-No es marketing, mamá. Soy bisexual. Tuve un novio siete años. ¿Tú crees que lo hice para vender más libros? ¿Tan buen vendedor soy que fingía amarlo para vender libros?

-No me hables de tu novio, por favor. No me faltes al respeto, hijo. ¡Tú eres bien hombrecito, el más viril de todos mis hijos! Ese amigo que tuviste no era tu novio, no estabas enamorado de él. Estabas confundido. Te habías alejado de Dios. El Diablo te llevó por ese camino del pecado. El Diablo te puso a ese muchacho en tu camino.

-Mamá, yo lo quise mucho, fui feliz con él.

-¡No digas tonterías, por favor! Si fueras bisexual, seguirías con ese jovencito bueno para nada. Pero estás con tu esposa. Amas a tu esposa. Eres feliz con ella.

-Sí, la amo, pero no por eso dejo de ser bisexual. Podría volver a estar con un hombre.

-¡Estoy harta de que digas que eres bisexual! ¡Estoy harta de que digas que eres bipolar!

-Mamá, soy bipolar. Tú no tienes la culpa de nada. Pero es un hecho: soy bipolar.

-¡No eres bipolar! ¡No hables idioteces, por favor! ¡Deberías dejar de tomar todas esas pastillas que te vuelven gordo y ocioso! ¡Deberías salir a correr a las seis de la mañana, como tu hermano Armando! ¡Deberías ir a misa de ocho, tempranito! ¡Te aseguro que se te iría todo el cuento ese de que eres bipolar!

-Mamá querida, yo sólo llamaba para saludarte por tu cumpleaños, no para discutir.

-Y yo tengo que decirte que estoy muy triste, muy decepcionada, porque no estás apoyando a Rafael, a mi amigo Rafael de toda la vida. ¡Ya verás que ganará! ¡Ya verás que será el mejor presidente de la historia!

-¿Le estás dando plata a Rafael, mamá?

-Mi plata es mi plata y yo hago con mi plata lo que quiero.

-No va a ganar, mamá. Es muy agresivo, muy matoncito. Trata mal a las periodistas que lo critican. Las insulta. Siendo tan religioso, debería ser más respetuoso con las mujeres, ¿no crees?

-No puedo creer que vayas a votar por Hernando. Ese Hernando es un caviar. Es amigo de Soros. Es amigo de los Clinton. Y los Clinton son unos delincuentes, deberían estar presos.

-Mamá, no voy a votar por Hernando, estás mal informada.

-¿Entonces por quién vas a votar?

-Por nadie, mamá. Por nadie.

-¡Cómo que por nadie! ¡Tu obligación como peruano es ir a votar! ¡Tu deber es ir a votar por Rafael para salvarnos del comunismo!

-Mamá, yo ya decidí hace años que no votaré más, ni como peruano, ni como estadounidense. No votaré más, punto. Siempre que he votado, siempre, termino arrepintiéndome de haber confiado en esa persona. Los políticos son un asco. Al final siempre te decepcionan. Prefiero mantener una distancia crítica, como periodista. Prefiero no apoyar a nadie.

-Pero apoyabas a Trump, hijo. Bien que fuiste a la Casa Blanca.

-No voté por Trump ni en la primera ni en la segunda elección. Y fui a la Casa Blanca porque me invitaron. Pero no voté por él, mamá.

-Una pena, hijo, una pena. Debiste votar por Trump. Por tu culpa, porque eres un flojo y no vas a votar, ahora el presidente es Biden.

-¿Y qué? Yo no voté por Biden. ¿Por qué tengo la culpa?

-Porque Trump era mil veces mejor que Biden, hijo. Mil veces mejor. Y ese Biden va a terminar preso, ya verás, como los Clinton.

-Bueno, mamá, nos vamos despidiendo…

-Nada de despidiendo, hijo. Tengo algo muy importante que decirte.

-Dime, mamá.

-No me gusta nada que escribas de tu hija Zoe en tus columnas del periódico. ¿Cómo puedes escribir que tu hija de sólo diez años tiene una amiga lesbiana en el colegio? ¿Cómo puedes exponerla así, públicamente? ¿No te das cuenta del daño que le haces, hijo?

-¿Crees que no debí escribir esa columna?

-¡Claro que no debiste escribirla! ¡A ti te leen en todo el mundo, hijo! ¡Estás diciendo que tu hija tiene una amiga lesbiana y que eso es lo más normal del mundo!

-Bueno, mamá, la niña ha salido del clóset y le ha dicho a todo el colegio que es lesbiana. Y es feliz así. ¿Por qué debería ocultarlo?

-¡Porque esa niña, la amiga de tu hija, está confundida! ¡Y tú la aplaudes! Y, al aplaudirla, ¡le estás diciendo a tu hija que también sea lesbiana, que es lo más normal del mundo!

-Bueno, mamá, si mi hija es lesbiana, no pasa nada, es su decisión, la queremos igual. No me pidas que sea homofóbico sólo por amor a ti. No le pidas a un bisexual que sea homofóbico. Es mucho pedirme, mamá.

-Pobre tu hija. El daño que le haces. Y ni siquiera está bautizada…

-Mamá, si hubiese escrito una columna atacando a la amiga lesbiana de mi hija, diciendo que el lesbianismo está mal, no me dirías que estoy exponiendo a mi hija, estarías feliz con esa columna.

-¿Cuándo vas a entender que no debes escribir de la familia, hijo? ¿Cuándo vas a entender algo tan simple? Ni de tus hijas, ni de tu esposa, ni de tus hermanos, ni de tu madre que te adora. No escribas más de la familia, hijo. Nos haces mucho daño. Es un dolor muy grande que mi hijo fomente el lesbianismo en sus columnas del periódico.

-Mamá, si no escribo de la familia, entonces no escribo.

-¡Genial! ¡Estupendo! ¡Entonces no escribas! ¡Deja de escribir esas tonterías que publicas, vuelve a tu patria querida, ten los cojones de ser un político de una buena vez y postula a la presidencia, por el amor de Dios! ¿Qué estás esperando? Ni siquiera Rafael, mi Rafael, es un mejor candidato que tú.

-Gracias, mamá, pero no ocurrirá. No volveré a vivir allá. No seré político ni candidato a nada.

-¿Por qué no?

-Porque soy un escritor.

-Mientes, hijo. Te mientes. ¿Sabes por qué no lo haces? Porque eres un flojo, un ocioso. Y porque eres un cobarde y tienes miedo a perder, a fracasar. Por eso tú y tu amigo el cocinero Gastón y tu otro amigo el actor Salvador no han tenido los cojones de ser candidatos a la presidencia. Los cojones que sí ha tenido Rafael, mi Rafael de La Obra.

-Puede que tengas razón, mamá. Nunca fui valiente. El coraje no es una de mis virtudes. Pero un hombre sabio debe conocer sus limitaciones. Y yo no he nacido para gobernar a mi país ni a ningún país.

-Me duele mucho que digas eso, hijo. Me apena mucho que hables como un fracasado. Cuando eras niño, cuando eras un piquito de oro, yo soñaba con que serías presidente. Me equivoqué. Más puede El Diablo. Más pueden las tentaciones del Diablo. El Diablo te ha metido en la cabeza que eres bisexual, que eres bipolar, que eres escritor. El Diablo te ha convencido de vivir en Miami, esa ciudad inmunda, asquerosa, llena de ateos y pecadores.

-Será una ciudad de ateos y pecadores, pero acá en Miami soy muy feliz, mamá.

-¡Porque te has convertido en un ateo y un pecador! ¿No te das cuenta? ¿Tan ciego estás? ¿Tan idiota te han vuelto las pastillas que tomas? ¡Vas a morir de sobredosis una noche!

-Ya no tomo tantas pastillas, mamá. Ya no me las receto yo mismo. Sólo tomo las pastillas que me ha recetado mi siquiatra.

-¿Cuántas pastillas tomas?

-Seis.

-¡Seis pastillas! ¡Y te parecen pocas!

-Mamá, antes, para dormir, tomaba muchas más. Ahora estoy bien medicado. Duermo como un bebé. Duermo muchísimo. Nunca he dormido mejor.

-¿Cuántas horas duermes, hijo?

-Entre diez y doce horas cada noche. Corridas.

-¡Basta, hijo! ¡Basta! ¡Me estás matando de la pena!

-¿Por qué mamá?

-Porque deberías dormir seis, siete horas. No más. El resto es pecado. El resto es la tentación de la ociosidad que te mete el Diablo.

-Bueno, mamá, mejor nos vamos despidiendo.

-Hijo, no me has mandado un buen regalo por mi santo.

-¿No te ha llegado el arreglo floral?

-Sí, pero eso no es un buen regalo. Son flores. ¿Me vas a hacer un buen regalo?

-Sí, mamá. Te prometo que sí. Te llegará en los próximos días.

-Eso espero, eso espero. Y espero que vayas a votar. Y que votes por Rafael. Y que dejes de apoyar al zángano caviar de Hernando. Y que dejes de criticar a La China. Déjate de cojudeces, hijo. La China tiene los cojones que tú no tienes.

-Bueno, mamá.

-Bueno, hijo. Suerte en tu programa a la noche.

-¿Estás viendo mi programa, mamá?

-Sí, hijo: veo los primeros diez minutos y me quedo dormida rapidito.


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