(GEC)
(GEC)

La democracia en el Perú parece haberse reducido a una simple formalidad redactada en nuestra Constitución, en la que se contempla que los ciudadanos eligen a sus autoridades cada cinco años. Sin embargo, la democracia no solo consiste en ir a votar, sino en hacerse responsable de las decisiones que se toman en las urnas. Porque lo que sucede en el país es que los ciudadanos no solo no se responsabilizan por sus acciones, sino que temen sus consecuencias. Un ejemplo es la aprobación de la prohibición de reelección de congresistas. La mayoría votó a favor de aquella propuesta porque temían que, de no prohibirla, volverían a votar por ellos. Y, ante ese miedo, aparece un populista que victimiza al ciudadano por sus decisiones, y traslada la culpa hacia las autoridades que esos mismos electores escogieron. Es por ello que, ante medidas autoritarias como el autogolpe de 1992 o el cierre del Congreso en 2019, la mayoría aplaude.

En el Perú, el problema no es que postulen corruptos, sentenciados o sinvergüenzas; el problema es que los electores, conscientes de ello, los eligen y luego dicen sentirse traicionados por sus autoridades. A Fujimori lo eligieron sabiendo de las irregularidades que tuvo su gestión como rector en la Agraria; a Toledo, sabiendo que había negado a su hija; a Alan, sabiendo que dejó el país en la miseria 16 años antes, y a Humala, conociendo las acusaciones de haber recibido dinero de Hugo Chávez para su campaña.

Entonces, mientras que los políticos de turno continúen tratando a los ciudadanos no como adultos responsables, sino como víctimas de sus decisiones, cualquier reforma para mejorar el sistema político será en vano, puesto que los electores jamás se responsabilizarán por sus acciones, y siempre culparán al político que ellos mismos eligieron.

TAGS RELACIONADOS