La interminable caminata por una vida mejor
La interminable caminata por una vida mejor

Se organizan caminatas por un fin benéfico, por la niñez, la juventud, a favor o en contra de algo, para luchar por algunos ideales, pero por primera vez el mundo ha visto con estupor a migrantes centroamericanos en la llamada “Caminata de la Miseria”. Miles de personas que dejan sus hogares para huir de la violencia y la pobreza con el único fin de llegar a Estados Unidos en busca de una vida mejor.

La inmensa caravana partió de distintos países en octubre pasado. La primera y que lidera el éxodo, salió de San Pedro Sula, Honduras, el día 13. Le siguió otra de casi mil hondureños, que se puso en marcha desde Esquipulas, Guatemala, el 21 de ese mismo mes. Una tercera conformada por alrededor de 200 salvadoreños, inició en la capital de El Salvador. Una semana después, desde este mismo punto, enrumbo un cuarto grupo de unos 600 salvadoreños.

Familias enteras, mujeres (algunas embarazadas), hombres, jóvenes y niños salieron con la única ilusión de lograr el añorado “sueño americano” y con el objetivo principal de ingresar a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida. “Vamos confiando en Dios, él nos llevará a un lugar mejor con oportunidades de empleo y de trabajar. Vendí pan en mi país, pero no fue suficiente para mí y mi familia”, dijo unos de los miles de caminantes antes de partir.

Pero, qué hay detrás de esta crisis humanitaria, qué es lo que ha impulsado a miles de personas a dejar su casa y la tierra en que nacieron, para emprender esta interminable caminata, plagada de obstáculos, peligros e incertidumbres. Tenemos que preguntarnos qué mueve a una persona a abandonar todo o lo poco que tiene y buscar el sueño de una vida mejor, que tal vez nunca llegará.

Los migrantes se encuentran en México, en espera de miles de compañeros todavía dispersos en los estados de Veracruz, Oaxaca y Puebla, con la intención de continuar su travesía hacia Estados Unidos. Ellos llegaron a un complejo deportivo ubicado en la capital, en dónde se juntaron hasta 5 mil personas, de acuerdo con estimaciones de las autoridades mexicanas. En los centros de acogida se han instalado numerosas organizaciones civiles que ofrecen diferentes servicios a los migrantes, como atención médica, información sobre las solicitudes de refugio, llamadas gratuitas a familiares y entretenimiento para los niños.

Desde su inicio la caravana ha sido criticada por varios países como Honduras, Guatemala y México, sin embargo, luego de sus vanos intentos por detenerla y tras coordinaciones y gestiones diplomáticas, apoyaron para que esta pueda continuar rumbo al objetivo trazado, lo que ha provocado la ira del presidente estadounidense, Donald Trump. Unos 4.800 soldados estadounidenses ya han sido desplegados en los estados fronterizos en una operación a cargo del Pentágono, y que fue calificada como una maniobra política por la oposición, porque todo ocurría en medio de la campaña por las elecciones de medio tiempo en Estados Unidos.

Esta no es la primera vez que se realizan este tipo de caminatas, pero sí quizás es la más grande de la historia en esta parte del planeta. Anteriormente el grupo “Pueblo Sin Fronteras” organizó lo que llamaron el “Vía Crucis” anual, con el fin de visibilizar la crisis de violencia y corrupción en Honduras, El Salvador y Guatemala, países del Triángulo Norte de América Central.

Según las Naciones Unidas, Honduras tiene el nivel más alto de desigualdad económica de América Latina y el tercer lugar en el mundo, solo superado por Sudáfrica y Haití. El 61 por ciento de los hondureños vive en situación de pobreza. Otro de los grandes problemas es la violencia. San Pedro Sula, de donde partió la gran caravana, y que es conocida como la capital industrial del país, llegó a ser la ciudad más peligrosa del mundo con una tasa de 148 homicidios por cada 100 mil habitantes.

Detrás de esta violencia se encuentran organizaciones criminales como los maras que controlan el tráfico de droga en su paso por Centroamérica camino al norte. A esto, se suma la debilidad de las instituciones como una constante en la vida pública de Honduras. Con hechos que han desestabilizado al país, como la abrupta salida de la presidencia de Manuel Zelaya en 2009 y la reciente reelección de Juan Orlando Hernández, a la sombra del fraude, la impunidad, el desequilibrio de poderes y el manejo autoritario del país.

“La caravana de la miseria” que con paso lento busca llegar al ansiado sueño americano, no es otra cosa que la suma de dolores, humillaciones y marginaciones, que sufren miles de personas. Son seres humanos que acumulan tanta desesperación que prefieren arriesgar sus vidas, a continuar bajo un sistema que pisotea su dignidad todos los días. Es un símbolo del dolor que acumula un mundo indiferente, que olvida que son personas, y no números, los que caminan con la esperanza de tener una “vida mejor”.