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Instituciones: la llave de salida

“¿Cómo podría fluir la inversión privada (…) si no evitamos que en el camino funcionarios corruptos encarezcan el proceso buscando intereses personales a cambio de una coima?”.

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(Midjourney/Perú21)
(Midjourney/Perú21)
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Afrontamos un problema serio de credibilidad en las instituciones que, para ser sincero, no sé cómo se puede arreglar. Somos un país en el que nadie cree en nadie. No conozco economía que haya progresado entregando bienestar para todos en esas condiciones. Lo peor es que tengo la sensación de que, cuando cambien las autoridades, seguirá siendo igual. Trato de ser realista.  

Usted puede pensar en la estrategia económica que desee, en el candidato o candidata que crea conveniente, pero, si no hay buenas instituciones, nada funcionará. La crisis del Perú es institucional. Y ello determina cómo funciona la economía y si llegan o no los beneficios del crecimiento económico a todos los ciudadanos.

Por eso, en los últimos años, parece que cualquier medida está condenada al fracaso y solo queda ser populista para sobrevivir en política. ¿Tan incapaces somos? No. La respuesta está en otro lado. Toda estrategia económica se aplica dentro de un marco institucional determinado y no en un vacío. Sin buenas instituciones, ninguna estrategia económica tendrá éxito, entendido este como el hecho de que el bienestar llegue a todos. Perú atraviesa desde hace varias décadas una recesión institucional.

El debate institucional está más allá de la izquierda y la derecha, y es anterior a ellas. Miremos el mundo y veamos por qué algunos países funcionan mejor que otros. Encontraremos que son sociedades con altos niveles de confianza interpersonal, que, además, tienen muy bajos niveles de corrupción y Estados que están al servicio de los ciudadanos con eficiencia y eficacia, tres condiciones que no se cumplen en el Perú.

Las instituciones tienen dos acepciones en economía: en primer lugar, son organizaciones, como el Congreso, las universidades, la Policía Nacional, el Colegio de Abogados, un ministerio, una empresa privada, un club de fútbol, etc. Cada una de ellas se entiende como organizaciones con objetivos compartidos entre sus miembros. ¿Creemos en ellas?

En segundo lugar, son las reglas de juego, algunas formales como las leyes y otras informales que responden más a costumbres y hábitos de la población. Tanto las primeras como las segundas determinan cómo funcionan las economías, pues todas las sociedades funcionan con reglas, algunas no escritas.

La cultura de “Pepe el vivo” puede considerarse una institución, pues se trata de una mala costumbre en nuestro país, un mal hábito que está extendido en amplios segmentos poblacionales. Las reglas tributarias también son una institución. En el primer caso, se trata de una institución informal, mientras en el segundo, formal. El punto es que, dentro del marco institucional que cada sociedad tiene, funciona una economía. Por eso, cualquier reforma que se quiera hacer en el campo económico debe ser antecedida por una mejora institucional.

¿Cómo podría fluir la inversión privada, tan importante para reactivar la economía y así aumentar el empleo, si no evitamos que en el camino funcionarios corruptos encarezcan el proceso buscando intereses personales a cambio de una coima? ¿O es que no se puede hacer nada y debemos caer en la corrupción para poder funcionar? ¿Cómo aumentamos la inversión pública si los gobiernos locales, regionales y central no tienen capacidad de gestión? ¿Cómo sostenemos un país en el que la formalidad solo funciona para 22% de los trabajadores y la mitad de las empresas? ¿Cómo podemos avanzar en un país en el que nadie cree en nadie, y reina la intolerancia y desconfianza? No pongamos la carreta delante de los caballos.