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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com

Lo que me moviliza de estos hechos, que ocupan vasto espacio en la prensa, es la incapacidad demostrada por ambos expresidentes para comprender que sus actos, sean cuales fueren, estarán por mucho tiempo alumbrados por el reflector gigante que ellos crearon debido a los cargos que ocuparon. No darse cuenta de que, en un país en el que la mayoría debe pensar tres veces antes de gastar cien soles, adquirir propiedades que cuestan cifras que muchos no podrían reunir en diez generaciones juntas, es, lo menos, curioso. Y que aunque los dineros sean bien habidos nunca habrá manera de justificar, ante la conciencia de los postergados, semejantes inversiones. Esa suerte de exhibicionismo prueba un menosprecio raigal hacia sus compatriotas. O bien los consideran imbéciles o bien ellos, guiados por esa enfermedad que inocula el poder, creen que los servicios prestados a la patria los han vuelto inmunes. Ya bastante tenemos con las diferencias insultantes que muestran los distintos distritos de la ciudad como para que, antiguos funcionarios, que se pavonearon de su decencia y espíritu democrático, hagan sentir a las mayorías que gobernar un país es una de las tantas formas de hacer fortuna. La democracia no es un accidente, la democracia es una cultura. Ni Toledo, ni García, ni muchísimo menos Fujimori, han aportado un ápice para que la ciudadanía sienta que esa visión del mundo que sus líderes dicen sustentar sea algo más que un beneficio restringido solo a aquellos que han detentado el poder.