El puente Chancay colapsa; Tumbes se inunda por carecer de sistemas de drenaje; en Ayacucho, pasajeros ponen su vida en peligro sobre la vía Los Libertadores debido a su deplorable estado de conservación; en Puno, el friaje mata, año a año, niños y ancianos; en Sandia, Atalaya, Huanta o Vilcashuaman, comerciantes y emprendedores pierden toda capacidad de integrarse al mercado debido a la mala condición de las pistas y los puentes, y a la falta de acceso a fuentes de energía; la falta de agua potable cobra vidas de infantes y multiplica las enfermedades por todo el Perú.
La infraestructura física de un país, en especial de uno con un desafío geográfico tan grande como el Perú, es un asunto de vital importancia, pues une lo que nuestra geografía divide, acerca a los pueblos entre sí, integra a la Nación, desarrolla el sentido de pertenencia y ayuda a forjar un propósito en común.
Desde el punto de vista económico, la infraestructura física es fundamental para aumentar la productividad de la economía; mientras que en los sectores Salud y Educación es fundamental para desarrollar la principal variable de una economía y sociedad: el capital humano.
El Perú tiene un déficit de infraestructura que se calcula entre US$110,000 millones (de acuerdo con IPE) y US$160,000 millones (de acuerdo con AFIN), es decir, entre el 40% y 60% del PBI. En los sectores de Transporte y Energía, la brecha es mayor con US$57,499 millones y US$30,775 millones, respectivamente, según el estudio que la Universidad del Pacífico realizó por encargo de la AFIN.
Resolver esto es una tarea postergada aún, pero impostergable si queremos emprender el camino al desarrollo y alcanzar nuestro potencial económico. El tamaño del desafío y lo descomunal de la cifra hacen evidente que este esfuerzo económico no puede recaer solo en el tesoro público, y que convocar capitales privados es la única manera de cerrar la brecha.
En un mundo globalizado, donde los fondos de inversión buscan destinos atractivos, el Perú ofrece alternativas muy interesantes; sin embargo, se necesita de un Gobierno serio y un entorno político estable para comenzar a captar las inversiones requeridas. Por eso, debemos aprender de los errores del pasado (concesiones tramposas y contratistas ladrones) e imponer reglas claras, contratos justos y cláusulas anticorrupción (imprescindibles).
Igualmente, se debe tener un inventario de obras y determinar cuáles son susceptibles de hacerse con capitales privados y cuáles, inevitablemente, ya sea por su tamaño o ubicación geográfica, deberán ser hechas por obra pública directa. Hay muchísimas obras requeridas, sobre todo, en el interior del Perú, donde los privados no van a invertir, pero que son vitales para el desarrollo económico y social de aquellas localidades. Ahí debe actuar el Estado, directamente, con decisión, velocidad y transparencia.
La infraestructura es la escalera al desarrollo.