Abimael Guzmán
Abimael Guzmán

Esta semana se cumplieron 35 años del brutal asesinato de 69 personas en Lucanamarca por orden –directa y posteriormente ratificada– de Abimael Guzmán. Los campesinos de esta localidad ayacuchana se habían organizado para defenderse de las columnas senderistas y cuando el grupo comandado por Olegario Curitomay intentó avanzar sobre el pueblo, fue repelido y Curitomay cayó muerto. El Comité Central, en venganza, condenó a muerte al pueblo entero: fueron todos asesinados con cuchillos y machetes. Para “aleccionar”.

En la misma semana que esta cicatriz sangra todavía por el dolor que no se va –y también por la indiferencia–, el congresista del Frente Amplio Rogelio Tucto declaró a un diario que él consideraba que solo indultando a Abimael Guzmán el Perú podría alcanzar una verdadera reconciliación. Los términos en los que confeccionó su declaración, además, sonaban demasiado similares a los que el Movadef usa en su retórica escurridiza y cobarde. Muchos pensamos que quizá el congresista no había querido decir lo que dijo. Pero nos equivocamos.

En los días sucesivos a la publicación inicial, otros medios buscaron la declaración de Tucto. Y cuando la recibieron, resultó que el congresista ratificó, palabra por palabra, lo que había dicho inicialmente. En medio de la bulla que estas declaraciones generaron, el Frente Amplio publicó un pronunciamiento institucional en el que deslinda de lo dicho por Tucto y enarbola los principios democráticos de este partido. Ahora, el congresista Tucto tendrá que someterse al órgano interno de disciplina de su partido para conocer qué es lo que pasará.

Así, Tucto podría ser separado del Frente Amplio si la cosa viene como parece. Podría, incluso, terminar siendo desaforado por el propio Poder Legislativo. Sin embargo, creo que lo más grave del asunto no es –necesariamente– lo que este señor Tucto haya dicho: al final del día nadie sabía quién era y probablemente a ese estatus volverá una vez que baje el polvo. Lo más grave es la indiferencia con la que nuestra sociedad acepta una afrenta de este tipo por parte de un funcionario público que tendría que representarnos en el Estado.

El ‘pensamiento Gonzalo’ ha sido el peor cáncer que nuestro país ha enfrentado. Es un arrumaco de ideas que operan bajo la premisa de destruir al Estado y reemplazarlo por una “dictadura del proletariado”. Sendero Luminoso se está reagrupando y nadie está haciendo nada. Está germinando la guerra del futuro.