La trata de personas tiene rostro de mujer

El estereotipo mujer-objeto se ha tratado como una categoría simbólica. Siendo utilizado y recreado en publicidad, contenidos audiovisuales, coberturas periodísticas y ficción, ha generado la idea de la mujer como un bien de consumo no pensante y que tiene utilidad únicamente cuando se corresponde con los parámetros de belleza hegemónicos.

Esta mirada de la objetivación de las mujeres, si bien es real y grave, palidece si la contrastamos con la terrible realidad de la trata de personas. Este delito execrable, que lleva la cosificación del ser humano de lo simbólico a lo real, atenta contra el núcleo duro de los derechos humanos, pues vulnera la dignidad de las personas tratadas al sustraerlas de su entorno familiar, desarraigarlas y utilizarlas como mercancías con fines de explotación sexual, trabajo forzoso o servidumbre doméstica.

La trata de personas afecta mayoritariamente a mujeres, y en especial a las más pobres. El 90% de las víctimas identificadas a través de denuncias policiales son mujeres. Esta es otra gran modalidad de violencia contra la mujer que debe ser visibilizada y erradicada.