Hace algunas semanas en Charlottesville, Virginia, el retiro de la estatua de Robert E. Lee, un general confederado considerado un símbolo de la defensa de la esclavitud y el racismo, generó una terrible revuelta ciudadana. Ello me hizo pensar que, desde el feminismo, también hay que ejercitar la memoria y visibilizar a personajes nefastos en nuestra historia de la lucha de las mujeres por lograr igualdad de derechos y oportunidades. Quisiera empezar por el poeta, literato y periodista peruano del siglo XIX Pedro Manuel Nicolás Paz Soldán y Unanue, conocido por su pseudónimo “Juan de Arona”. Este personaje, que le da nombre a una céntrica calle san isidrina, y es considerado por muchos un referente de las letras y el pensamiento de su época, era ciertamente un misógino y racista. Como lo cuenta Francesa Denegri en su libro “El abanico y la cigarrera”, Arona se refirió a la escritora y feminista cusqueña Clorinda Matto de Turner, en el popular semanario El Chispazo, como “Clorenda, la mula equitateva”, con el fin de ridiculizarla por su acento serrano, y también la calificaba de hedionda, “vieja jamona”, borracha, marimacha y de “poetastra de mamarrachos”. Y en buena hora si el recuerdo ofende y moviliza.