(GEC)
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Un desastre: no hay otra manera posible de calificar lo que está ocurriendo en Arequipa por la incompetencia criminal del gobernador Elmer Cáceres Llica y la estrepitosa desidia del presidente Martín Vizcarra.

Arequipa no es la única región que enfrenta fisuras tan graves en su estrategia sanitaria; pero es donde más claramente se puede observar el tremendo daño que las autoridades regionales le están causando a la población, a vista y paciencia del gobierno central.

La tumultuosa visita realizada por el presidente de la República y su comitiva a la Ciudad Blanca, además de reportarle sonoras silbatinas y abucheos por donde iba, sirvió para hacer más patente el grueso error cometido por Vizcarra al observar la norma que le extendió el Congreso al inicio de la pandemia facultando al Ejecutivo, a través del Ministerio de Salud, a tomar el control a nivel nacional en la lucha contra el COVID-19: El objetivo era que el Minsa protegiera a los ciudadanos de los gobiernos regionales que no estuviesen a la altura de la gravedad y la emergencia sanitaria. Quién sabe si al negarse a aprobar esa ley en la cabeza del Presidente primó el funcionario regional que fue –que veía amenazada su autonomía administrativa– sobre el funcionario nacional que es; lo cierto, tristemente, es que los resultados de tan medrosa y miope decisión los tenemos ahora a la vista, con el crítico repunte de las cifras de contagios y muertes que se están sucediendo en regiones como la arequipeña.

El gobernador Cáceres Llica parece ser muy hábil a la hora de las bravatas y la demagogia antiminera, pero su limitada capacidad administrativa para enfrentar los problemas reales de las localidades a su cargo se ha reflejado también en la ineptitud –a todas luces, punible como lo acusa en una senda denuncia el Colegio de Abogados de Arequipa– con que ha enfrentado la emergencia, razón por la que el Consejo Regional debe declarar de inmediato la vacancia o la suspensión de sus funciones mientras dure la pandemia.

Aquí no se puede andar con chiquitas ni vacilaciones, sr Vizcarra. Lo que está en juego son vidas humanas.