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Redacción PERÚ21

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Enrique Castillo, Opina.21Debe ser decepcionante para los seguidores de la Alcaldesa verla negociar casi frenética y desesperadamente, y hasta el último minuto, con agrupaciones que ella no formó, y en las que nunca milito ni defendió, para tratar de llegar a inscribir su ansiada candidatura a la reelección. Y decimos que debe ser decepcionante porque ver a una política que siempre hablo de construir y defender la institucionalidad, buscando un espacio en cualquier agrupación –y en un tradicional toma y daca– no nos habla bien de la coherencia y de la consecuencia de quienes dicen querer cambiar la política peruana.

No es la primera inconsistencia, hay que decirlo. El estreno fue lanzarse a una públicamente negada reelección. Y aunque nos digan que solo Dios y los idiotas no cambian, la negación se hizo casi en calidad de promesa, y las promesas se cumplen. Claro, si de verdad se quiere contribuir a cambiar la política, y si la promesa no se lanzó en calidad de mentira desesperada.

Puestos ya en la realidad y comprobada su ambición reeleccionista, uno hubiera esperado que su preparación hubiera sido más consistente, pero no fue así, se peleó con sus aliados, tuvo un acercamiento que muchos consideran éticamente cuestionable, y negoció con lo desconocido. El resultado, el que todos vemos. Estas, que algunos pueden decir que son accidentes propios de la política, parecen no ser las únicas inconsistencias. Hace pocas horas la Alcaldesa defendió al cuestionado ministro del Interior, señalando que todos eran inocentes hasta que un juez diga lo contrario. Escuchar eso a quién ha perseguido y cuestionado públicamente a Luis Castañeda –quien no tiene condena alguna, y a quién no se nos ocurriría defender ni apoyar en ningún momento– suena contradictorio. ¿A sus amigos la presunción de inocencia –aún en un caso de presunta violación de DD.HH.– y a sus enemigos y contrincantes sin condena la persecusion pública?