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Redacción PERÚ21

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Juan José Garrido,La opinión del directordirector@peru21.com

El concepto, como suena, implicaba desarrollar una serie de mecanismos bajo los cuales el interior (como solemos, arbitraria y equivocadamente, señalar a las dos terceras partes del Perú a las cuales nuestra capital sólo complementa) se beneficiara del acceso a los nuevos mercados y tecnologías; empero también, y al igual que con el TLC, del acceso a mejores instituciones. Fantástico símbolo que hilvanaba la realidad política y económica con los deseos de inclusión de las zonas rurales.

Pasados casi 8 años, todo indica que el TLC para adentro iba cuajando mientras lo imaginábamos. El crecimiento promedio de los ingresos rurales así lo demuestran: entre 1900 y 1994 crecieron a una tasa promedio de 1,4%, mientras que entre 1994 y el 2011 lo hicieron al 7,2% (fascinante data proporcionada por el economista Richard Webb).

¿Las razones? Básicamente, mayor conectividad (vías, aeropuertos, telecomunicaciones, agua y energía, entre otras) entre costa, sierra y selva. Lo que significa que con mejores instituciones pudieron crecer más.

Queda, entonces, mucho por hacer. Y en ello, la gestión del premier Villanueva arrancó con el pie derecho: la adjudicación del tramo 2 de la longitudinal de la sierra, la solución al problema Majes-Siguas, y otros proyectos regionales que buscan la convergencia rápida con la realidad capitalina.

¿La agenda pendiente? Si las mejoras en los ingresos rurales son de por sí plausibles, no debemos dejar de perseguir la inclusión institucional. Y ahí poco puede hacer el mercado; la ciudadanía es un estatus que no se comercia sino que se evidencia cuando todos tenemos los mismos derechos y responsabilidades. Reformas tributarias, judiciales, y de la tramitología son una necesidad.