(Presidencia)
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Inadmisible y hasta vergonzosa la explicación del presidente Martín Vizcarra sobre la absurda demora de dos largos meses en aprobar una provisión de oxígeno para los hospitales y centros de salud de Arequipa y Moquegua. Ampararse en fraseología pseudotécnica para justificar lo que, sin lugar a medias tintas, es una obscena demostración de incompetencia con el vía crucis que vive el país en esta emergencia, es, por decir lo menos, inaceptable. ¿Qué le costaba reconocer la lenidad con que actuó el anterior premier de su gabinete y ofrecer disculpas al pueblo arequipeño por tan clamoroso yerro?

Porque, pese a las muertes y los contagios que se fueron disparando en Arequipa, ahora sabemos que un suministro semanal de 20,000 litros de oxígeno medicinal para la región tardó nada menos que 60 días en hacerse efectivo debido a que el trámite del donativo ofrecido –por la empresa Southern Perú– se estancó ni bien llegó al despacho del extitular de la Presidencia del Consejo de Ministros, Vicente Zeballos, quien se defiende de la responsabilidad de la demora alegando que el oxígeno no era suficientemente puro (98.45% de pureza, apenas cinco decimales debajo del 99% que exigía el Perú a pesar de que el estándar internacional es de 93%). Es decir, como si la ferocidad con que la pandemia está atacando a la zona fuese cosa de nada y que, por atenerse a minucias burocráticas, se pudieran dar el lujo de prescindir de cualquier ayuda que llegara a auxiliar a los atestados hospitales y centros de salud.

Quizás, desde Lima, Arequipa –como las otras provincias del país– signifique para el gobierno central solo una cifra de la estadística de contagios y decesos, pero una vez más tenemos que recordarle al presidente que, más allá de los números que se acomodan, se trata de vidas humanas, con nombre y apellido –como el de la señora Celia Capira, quien persiguió a la comitiva presidencial el domingo pasado en Arequipa implorando ayuda para su esposo, quien finalmente murió dos días después–, las que padecen el cruento drama del coronavirus en el Perú. No hay, pues, excusa posible que justifique esta absoluta falta de criterio, responsabilidad y sensibilidad social.