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El Perú ha vivido en sus casi 200 años de vida republicana crisis mucho más graves que la que en estos días nos paraliza. En más de una oportunidad, hemos tenido a dos gobiernos proclamando su legitimidad al mismo tiempo. Los poderes del Estado se han enfrentado en luchas en más de un momento. El sistema republicano se ha visto amenazado en su soberanía por invasiones extranjeras y por la barbarie terrorista, más recientemente. En fin: esta no es la primera vez que los peruanos somos incapaces de encontrar un camino común.

Esta situación, sin embargo, sí es atípica en uno de sus matices: la crisis es estructuralmente política. El desastre económico que usualmente ha acompañado a la agudización de las tensiones esta vez se ha mantenido a un lado, al menos hasta ahora. Naturalmente, este divorcio entre la política y la economía es insostenible y –más temprano que tarde– esta incertidumbre se convertirá en recesión si es que no hacemos nada por detenerla. Pero… ¿cómo podemos los ciudadanos aportar nuestra parte y sortear esta tormenta?

Lo primero es que debemos recordar que todos esos políticos que nos han fallado y que nos llenan de pudor y de vergüenza han sido elegidos por nosotros. Es demasiado sencillo que la náusea nos gane y que nos entreguemos a la crítica infértil en semanas como esta, pero de allí debemos intentar huir. La democracia es un sistema que solo puede florecer cuando los ciudadanos están dispuestos a defenderla. Y –valgan verdades– aquí la putrefacción de la política ha crecido geométricamente porque ha copado espacios que estaban vacíos.

Asumir la responsabilidad que la democracia demanda de cada uno no significa respaldar las acciones del presidente, ni de la oposición, ni de un movimiento político determinado. Significa comprender que este modo de convivencia es tremendamente imperfecto, pero que hasta el momento no hemos los humanos descubierto una mejor forma de evitar que unos abusen de otros. Así, la conciencia ciudadana debe ser la principal vigilante de la política –no de los políticos, ojo– y debe empezar a actuar cuanto antes con participación.

Esta situación en donde todas las fuerzas políticas parecen haber perdido la credibilidad es la tierra más fértil que el radicalismo puede encontrar. Quien se oponga tajantemente al sistema hoy encontrará un apoyo inmediato. Así es como nacen todas las dictaduras. Defendamos el sistema que nos toca crecer.

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