El congresista Juan Sheput entregó su primer informe la semana pasada a la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales. (Foto: GEC)
El congresista Juan Sheput entregó su primer informe la semana pasada a la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales. (Foto: GEC)

Que en política la vida da vueltas es un concurrido lugar común, pero algunos personajes públicos, además de frecuentarlo, apelan al concepto como bandera de navegación.

Pareciera que fue ayer cuando el parlamentario Juan Sheput era irredento ppkausita que polemizaba contra desmanes y prepotencias de la mayoría aprofujimorista en el Congreso. No es que destacara por su combatividad o elocuencia, pero compartía –al menos en el hemiciclo y en declaraciones a través de redes sociales y medios– su indignación por las censuras a ministros, obstrucciones al Gobierno y, sobre todo, sucesivos blindajes a criminales de cuello y corbata.

La postura que tenía en su curul, sin embargo, parece haberse relajado un pelín desde que, no hace mucho, renunciara al partido oficialista, Peruanos por el Kambio… o lo que queda de él. Ahora se le ve a menudo contemporizando y desarrollando activa vida social con preclaros representantes de Fuerza Popular y el Apra, a algunos de los cuales incluso ya tutea o trata con una familiaridad que hubiera sido difícil de imaginar hace pocos meses.

Si tan oportuno giro tiene que ver con sus actuales ambiciones políticas –verbigracia: hacerse un lugar, el mejor posible, en la próxima Mesa Directiva del Congreso–, lo sabremos pronto, pues el viernes tendrá que presentar su informe sobre el exfiscal de la Nación, el cuestionado Pedro Chávarry, quien en distintas, gravísimas, acusaciones ha sido sistemáticamente blindado por las nuevas amistades de Sheput.

Si el legislador es coherente y sostiene lo mismo que en su día afirmó y firmó sobre el personaje, es decir, que se trata de una figura clave en el encubrimiento de la organización criminal Los Cuellos Blancos del Puerto, cuyo presunto cabecilla era el juez supremo César Hinostroza, las sospechas que su reciente derrotero político ha levantado comenzarán a disiparse. Pero si se refugia en alguna leguleyada para no irritar a quienes defienden la conducta abiertamente delictiva de Chávarry, se podrá decir con propiedad que la ‘Sra. K’ ha ganado un nuevo acólito.

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