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Redacción PERÚ21

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Guido Lombardi,Opina.21Más tarde, mientras disfrutamos una canilla de cordero de Candarave, nuestro anfitrión resume el estado de ánimo de los tacneños en relación al fallo de La Haya: hay optimismo, confían en que la sentencia favorecerá la demanda peruana, pero, paradójicamente, sienten preocupación por la reacción que eso podría generar en Chile. Imaginan con pánico un posible cierre de frontera.

Al cruzar el límite artificial que divide en dos países un mismo desierto, es inevitable percibir un crecimiento urbano más planificado y tráfico intenso pero ordenado gracias a la existencia de anillos viales y a la autoridad de los carabineros. Sin embargo, el sentimiento en Arica no es muy distinto del que encontramos en Tacna: 500 mil chilenos cruzan la frontera cada año y el 20% de las atenciones de los hospitales de la Solidaridad beneficia a pacientes de esa nacionalidad. Hay, obviamente, una legítima preocupación por cómo la política internacional puede afectar sus menudos intereses personales, pero además hay un temor justificado a que se deteriore algo más grande, más importante: entre Tacna y Arica se ha desarrollado un tejido social que va mucho más allá de las transacciones comerciales, que involucra familias, lazos de sangre y promueve la aparición de empresas binacionales. Hace tiempo que entre Tacna y Arica se vive como si todo ya estuviera resuelto. Los pueblos han hecho su tarea. Ahora les toca a los gobiernos hacer la suya. A esperar el 27 de enero con serenidad.