PPK
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Fui, como ppcista, jefe de Plan de Gobierno de la Alianza por el Gran Cambio que lideró PPK y regidor metropolitano cuando Susana Villarán fue alcaldesa. Esta columna estará sesgada por consideraciones subjetivas, como las previas.

Ambos actuaron inmoralmente, asesorando financieramente o recibiendo financiamiento de campaña de una empresa tan corrupta como Odebrecht.

Un ministro no debe asesorar a empresas con las que negocia en representación de los peruanos. Insistir en que no hizo nada indebido tampoco ayuda a PPK. Hicimos campaña contra la revocación (como creemos en que la vacancia debilita más nuestro precario sistema “democrático”). Hicimos campaña contra tres mafias: la trilogía del mal.

PPK se enfrentó a otras dos. No necesitamos ni a alias Favre, ni a su equipo, ni los millones para que todos los kosher de Lima salieran a negar la corrupción. Es increíble, pero fue cierto. Nuestra crítica a la inmoralidad no tiene ambages.No deberíamos actuar como una tribu y menos una jauría de hienas. Me parece injustificado mucho de lo que leo sobre PPK y Susana, así como mucho de lo que escucho y veo. No son delincuentes. Y no hay derecho a que se les trate así. La están pasando muy mal. No enfrentarán juicios justos. El sistema judicial sabe que cayeron ante grupos mucho más poderosos políticamente. Ni tienen que digitarlos: seguirán en esa dirección.Los congresistas Aráoz y Sheput deben dejar de alienar a los fujimoristas. Están comprometiendo la salud de PPK a cambio de respirar por la herida. Y los escuderos agresivos (realistas) de Susana deben enterrar las lanzas.

Así es cuando se enfrenta mafias. Ahora es mejor callar. Y extenderles la mano a los caídos.