García se suicidó luego de que la policía acudiera a su hogar junto con un fiscal del Equipo Especial del Ministerio Público, para detenerlo de manera preliminar por el caso Odebrecht. (Foto: GEC)
García se suicidó luego de que la policía acudiera a su hogar junto con un fiscal del Equipo Especial del Ministerio Público, para detenerlo de manera preliminar por el caso Odebrecht. (Foto: GEC)

La justicia peruana, a diferencia de otros países, ha demostrado en los últimos años, rebelándose contra su propia historia, que incluso los más poderosos pueden ser alcanzados por ella y pagar por sus delitos.

Humala, Fujimori, Kuczynski, Toledo y García, cinco ex presidentes han sido alcanzados por la justicia, con el resultado que tenemos: uno investigado, otro condenado y preso, otro con prisión preliminar, otro prófugo y, finalmente, García muerto por su propia voluntad en el acto mismo de la diligencia de su detención.

El mensaje para las nuevas generaciones es positivo: nadie es intocable, quien comete delito, sea quien sea, debe responder ante la justicia y a pesar de la fortuna que tenga o los contactos o sus relaciones o su poder político, será alcanzado por ella.

Es cierto que la justicia en el Perú es lenta, impredecible, porque sus normas cambian en una densa maraña cara e inaccesible para los pobres, esquiva para las víctimas, especialmente para las mujeres y otras poblaciones vulnerables. Sin embargo, que ex presidentes, hombres poderosos y ricos estén en la cárcel o cerca de ella significa que hay esperanzas y que el sistema inmunológico de la sociedad peruana es fuerte y tiene capacidad de reacción.

A pesar de Los Cuellos Blancos del Puerto, que viene mostrando lo peor de la administración de justicia, también existen buenos fiscales y jueces que nos devuelven la esperanza. Jóvenes estudiosos y valientes nos demuestran que pueden eliminar las bacterias desde dentro del sistema y dar pasos de gigante para llegar a la igualdad ante la ley.

Que la máxima autoridad de un país tan desigual e inequitativo como el Perú sea procesada y condenada es ver la luz al final del túnel, es recuperar la confianza en la administración de justicia, que a pesar de todos sus males puede cumplir con sus fines, que son darle a cada uno lo que le corresponde.

Recibamos el bicentenario sin intocables, haciendo que la justicia sea igual para todos.

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