Hasta en la policía se esconde el enemigo. (Foto: Referencial/Andina)
Hasta en la policía se esconde el enemigo. (Foto: Referencial/Andina)

Una joven de 18 años denunció haber sido violada por un grupo de tres jóvenes policías en Paramonga, provincia de Barranca. Fue secuestrada al salir de una discoteca y llevada a un cuarto, donde la violaron y encerraron bajo llave por 11 horas. Cuando denunció lo ocurrido en la comisaría local, no recibió ayuda inmediata: los acusados estaban de servicio ahí mismo. Le creo, como también lo ha hecho el juez que ha puesto en prisión preventiva a los tres policías.

Cualquier adjetivo se queda corto para calificar esta barbaridad y no hay solidaridad que alcance al drama de esta joven. Y no está sola. Muchísimas otras mujeres han denunciado antes y ahora intentos de violación y coacción sexual de miembros de la Policía. ¿En quién pueden las mujeres confiar si hasta en esa institución está el enemigo?

Si Perú es un país inseguro, lo es el doble para las mujeres, que, además de la inseguridad ciudadana a la que somos vulnerables todos, viven en riesgo de que las acosen, violen, quemen y maten. Ya ha ocurrido antes y va a seguir sucediendo si el cambio no es radical. Somos un país donde salir a la calle es un deporte de altísimo riesgo para ellas. Nunca ha sido así para nosotros los hombres. Quien insista en negarlo vive en otro planeta.

En un contexto como este, que unos cuantos dinosaurios, aliados con movimientos conservadores, se opongan al enfoque de género en las escuelas es injustificable. Su lógica es un insulto. Ninguno de sus argumentos es digerible. La educación es la herramienta más efectiva que tenemos a la mano para prevenir y transformar la realidad creada por años de machismo que han llevado a que demasiados hombres se crean con derechos sobre las mujeres. O se elimina el machismo bruto, cobarde y achorado o nada va a cambiar. ¿Es tan difícil darse cuenta?

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