Hambre y necesidad
Hambre y necesidad

Estos días de ruleteo de candidaturas, inscripciones apresuradas y alianzas incongruentes han sido relatados como si de jales deportivos se tratasen y no como la mercantilización obscena de la política, que es lo que en realidad está ocurriendo. Se pretende mostrar como acuerdos políticos y de principios lo que en realidad son pactos comerciales.

La mayoría de partidos están parando en cada esquina a recoger pasajeros para cumplir cuotas y, de paso, cobrar pasaje, en esa forma de emprendedurismo local que se activa cada cinco años. Estamos ante la incubación de lo que serán bancadas sin identidad, construidas sobre criterios transaccionales, por lo tanto, intercambiables.

Ideas como “partido” y “militancia” están vaciándose de contenido. Muchos partidos se reducen a un membrete gestionado por un grupo de oportunistas y la militancia se ha convertido en un simple trámite administrativo. Tenemos un sistema resquebrajado y pegado con baba. Los partidos cascaron, con inscripción, pero sin gente ni ideas, terminan arrendándose al mejor postor. Ni siquiera a movimiento cohesionados, sino a aventureros individuales.

En un sistema de partidos tan gelatinoso es muy difícil que una alianza sea totalmente compatible, pero una cosa es moverse estratégicamente hacia donde haya coincidencias reales, y otra muy distinta es acomodarse en cualquier rincón con la única finalidad de satisfacer vanidades personales.

Buen ejemplo de esta realidad es Avanza País. De postular a Ulises y Antauro Humala, ahora llevarían en su plancha presidencial a Hernando de Soto y Carlos Añaños. ¿Qué pueden tener ellos en común, salvo creerse los elegidos para dirigir el destino del país? Es sintomático de la precariedad institucional que Hernando de Soto, tótem de la formalidad, eche mano de la informalidad política para intentar llegar al poder. El hambre y la necesidad siempre se encuentran.

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