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Redacción PERÚ21

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Lucía de Althaus, Opina.21

Una sobreprotectora madre de un único hijo de 12 años le responde con evasivas cuando este le pregunta sobre la posibilidad de tener un hermano. Como el chico anhela tenerlo y ya no va a ser posible, le propuse la posibilidad de hablar directamente sobre su deseo y hasta fantasear juntos cómo hubiese sido el tener un hermanito. Pero la madre responde categóricamente: "No, para que lo haría, si ya no se va a poder". La intención de esta madre es, en su cabeza, no hacerlo sufrir. ¿Pero acaso el expresar deseos y emociones, así sean displacer, genera más sufrimiento? Todo lo contrario, alivia. Poner en palabras lo que está en las cabezas y los corazones de los chicos no es abrir una herida, pues esta ya está. Es como ponerle una cremita que arde un poco al principio, pero que rápidamente genera alivio y se va curando. Si no se habla, se infecta y duele más.

Es un deber ayudarlos a reconocer y expresar la gran gama de emociones que presenta la vida, pues eso nos hace más fuertes y humanos.