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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Casi nadie se salva de tener un vecino incómodo. Nosotros tenemos, al sur, un vecino fastidioso. Y no me refiero a los ciudadanos chilenos, entre los que he conocido algunos extraordinariamente cordiales y amables, sino a sus gobiernos. El de la señora Michelle Bachelet ha reaccionado con intolerancia inusitada ante una decisión soberana del Congreso de la República del Perú que crea el distrito tacneño de La Yarada-Los Palos, que ha sido establecido en estricto acuerdo con el Tratado de Límites de 1929 y su Protocolo Complementario.

El tema me atañe en lo personal, puesto que fue mi padre quien, en los años 40 del siglo pasado, se empecinó (algunos lo consideraron una locura) en buscar agua en el árido desierto que separaba Tacna de Arica.

A partir de un pequeño pozo, perforado a pulso y con tres palos en trípode para facilitar la tarea, surgió un oasis llamado Los Palos, que daría origen a grandes plantaciones de olivos y otros productos agrícolas. Casi dos décadas después, durante el segundo gobierno de Prado, se ejecutó la irrigación de La Yarada y, en la actualidad, hay más de 25 mil hectáreas cultivadas en esa franja desértica que separaba Tacna de Arica.

Lo que empezó con la terquedad de mi padre y tres palos es hoy un fértil terreno que debería dar más frutos. En la última década, la agricultura moderna en nuestro país ha generado 400 mil puestos de trabajo formales y casi un millón de empleos indirectos, contribuyendo a reducir la pobreza rural e incrementando la productividad de la tierra, pese a que solo el 18% del sector es formal. No está mal, pero Chile está mucho mejor. Solo su exportación de vinos equivale al 50% de nuestras exportaciones agrícolas totales.

Para ganar ese partido, que ya nos ha llevado a ser el primer exportador mundial de espárragos, el segundo de paltas y el tercero de uva, se requiere estabilidad jurídica y flexibilidad laboral. ¿Estará el tema en la agenda electoral?