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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El discurso presidencial ante el Congreso –y sus declaraciones posteriores– siguen generando polémicos debates en los que, con evidente maniqueísmo, todo es magnífico o deplorable, dependiendo de si el observador es "oficialista" o "fatalista", para utilizar los términos de nuestro director en su columna de ayer. Creo que un análisis menos apasionado y con más perspectiva (tarea difícil con elecciones generales en ocho meses) nos ubicaría en un espacio equidistante de ambas visiones.

Coincido con Eduardo Ferreyros, quien en estas mismas páginas sostiene que "lo que no dijo opacó lo que dijo". Reconociendo que las omisiones fueron flagrantes e inexplicables (respecto de seguridad ciudadana, medidas para detener la desaceleración económica, acciones concretas para paliar los efectos de El Niño que se nos viene, garantías de transparencia en el próximo proceso electoral y un largo etcétera), creo también que debemos poner en la balanza –más allá de lo dicho en el mensaje– resultados concretos de la gestión que, por lo menos en dos aspectos, resultan francamente alentadores.En primer lugar, el sector educación, en el que, gracias a la gestión del ministro Saavedra y su equipo, se ha producido una "gran transformación". Mil escuelas secundarias con jornada completa, evaluación y capacitación de maestros, acompañamiento en aula para los docentes, incorporación de nuevas tecnologías en la enseñanza, reducción del abismo entre la educación rural y urbana con un conjunto de acciones que incluyen remuneraciones, infraestructura y transporte escolar.

Por otra parte, los programas sociales, independientemente de si la fórmula correcta es "incluir para crecer" o "crecer para incluir", han logrado reducir la brecha de desigualdad que aún nos aqueja. Solo Qali Warma, con enorme despliegue logístico y administrativo, ha logrado brindar alimentación a más de dos millones de niños. Ya pues, un poquito de equilibrio.