Desde que se iniciaron las protestas, en abril pasado, las fuerzas antimotines han chocado en varias oportunidades con estudiantes de diversas universidades. (AFP)
Desde que se iniciaron las protestas, en abril pasado, las fuerzas antimotines han chocado en varias oportunidades con estudiantes de diversas universidades. (AFP)

A finales del siglo XIX, Canudos, un pequeño pueblo situado al noreste de Brasil, se rebeló contra la naciente república. Bajo el liderazgo del predicador Antonio Conselheiro, este movimiento de carácter religioso desconoció a las autoridades e hizo frente al poder militar del Estado brasileño.

Actualmente, en Nicaragua se vive una situación igual de surrealista. Masaya, un pequeño pueblo al sur de Managua, la capital de dicho país, no reconoce al gobierno de Daniel Ortega y le pide que deje el poder. Los más de 200 muertos y las múltiples violaciones que, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ha perpetrado el gobierno de Ortega han movilizado a la población de esta localidad al punto de atrincherarse contra la autoridad estatal.

Las fuerzas progubernamentales (que incluyen policías y grupos paramilitares) han intentado hacer frente a esta revuelta, que se suma a las múltiples protestas que se dan en todo el país. Una delegación de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, temerosa por lo que pueda suceder, se ha trasladado hasta Masaya para evitar un mayor derramamiento de sangre. La violencia en Nicaragua parece haberse desbordado, se teme la implosión del régimen.

Pero Masaya no es Canudos. Los pobladores no luchan siguiendo a un líder mesiánico, luchan contra un gobierno autoritario y represivo, que algún día representó a un movimiento que liberó a Nicaragua de la opresión somocista. Masaya, otrora bastión sandinista, hoy en día se ha convertido en el centro de la lucha contra el sandinismo.

Luego de varios intentos de las fuerzas del orden brasileñas, la resistencia de Canudos acabó en una masacre. La población de Masaya –y su pasado rebelde– parece estar dispuesta a luchar hasta las últimas consecuencias. El gobierno de Ortega no sobreviviría a otra masacre.

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