“Greta apenas sonríe porque su causa es trágica: detener nuestro instinto para la autodestrucción”. (Reuters)
“Greta apenas sonríe porque su causa es trágica: detener nuestro instinto para la autodestrucción”. (Reuters)

Greta Thunberg se ha convertido en el símbolo de la lucha por el cambio climático. Al igual que la actriz sueca Greta Garbo, la adolescente nacida en Suecia podría ser apodada como la “mujer que nunca ríe”. A la Garbo la llamaban así por su habilidad actoral para los dramas, pero Greta Thunberg apenas sonríe porque su causa es trágica: detener nuestro instinto para la autodestrucción del planeta que nos acobija.

El rostro adusto y la mirada inescrutable de Greta cuando se dirige al mundo en cualquier escenario, como lo hizo recientemente en la ONU, quizá también tenga que ver con su padecimiento del síndrome de Asperger, una manifestación leve del autismo, y, sin embargo, cuando ella habla en nombre de millones de jóvenes preocupados por su futuro, critica un autismo más severo de la clase política y empresarial que no toma en serio el uso de energías contaminantes.

Uno de los pocos líderes mundiales con autoridad moral para reclamar a la adolescente que no sea tan radical es el presidente francés, Emmanuel Macron, puesto que su intento de reformas aceleradas en el sistema de transporte de Francia y el aumento de los precios de los carburantes le salpicó en la cara con los “chalecos amarillos”. Conclusión: las mayorías quieren que se den pasos rápidos para reducir el calentamiento global, pero no están dispuestas a pagar el alto precio, en dinero y sacrifico, que implican los cambios radicales.

Greta no tiene por qué entender la complejidad de gobernar para un presente estable y un futuro mejor, y, por eso, su mensaje crudo y directo, cuyo estilo es más dramático que el de la Garbo, propone una estrategia inteligente que rescate al planeta sin causar demasiada inestabilidad en “el ahora”. El tema es complejo y urgente.

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