notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Juan José Garrido,La opinión del directordirector@peru21.com

Una adecuada base educativa permite aprovechar en mejor medida las tecnologías disponibles, así como facilita el desarrollo de nuevas tecnologías, métodos de producción y gestión, de avances científicos, entre muchos otros. En resumen: una buena base educativa propicia las mejoras en productividad y en calidad institucional, elementos indispensables en el crecimiento y desarrollo económico de largo plazo.

Aunque sea evidente –al menos en el plano teórico– lo que hay que hacer (el qué), el proceso de llevar adelante las reformas es mucho más complejo (el cómo). Ello, debido a una serie de razones, una de las cuales es la tendencia a permanecer en el sendero establecido: más allá de si un sistema funciona o no, los grupos de interés y el poder de turno tienen muy pocos incentivos a cambiar un sistema; conforme se invierte en el mismo sendero, los grupos de interés tienen aún mayores costos y, por lo tanto, menores incentivos a cambiarlo.

Esto es lo que, en mi opinión, ocurre con el sistema educativo peruano. Los costos (sociales, económicos y políticos) de hacer una reestructuración radical del sistema educativo peruano son demasiado altos para que un gobierno, en cinco años, haga las reformas necesarias. Los grupos de interés (sindicatos, partidos, instituciones educativas, APAFA y un largo etcétera) son una coalición muy extensa y donde distintos partidos políticos tienen espacios que defender.

El problema es mayúsculo. Sabemos que el sistema educativo es un desastre: el último lugar en el informe global PISA (66 sobre 66 países estudiados) y el puesto 134 sobre 148 economías en "calidad del sistema educativo" en el índice del Foro Económico Mundial no deberían dejar algún espacio de duda. Sabemos que la necesaria reforma es una valla demasiado alta para un gobierno específico. Y sabemos que, mientras no se hagan las reformas, mantendremos las desigualdades económicas y sociales con las que convivimos, así como será muy difícil saltar la "trampa de los ingresos medios" y pasar de una economía relativamente eficiente en mercados de bajo valor agregado a una guiada por la innovación y la tecnología.

Por ello, y a pocas semanas del inicio del año escolar, hemos recogido las opiniones de la ciudadanía a través de nuestro estudio Pulso Perú (realizado por Datum a nivel nacional), el cual resume la sensación y las necesidades que sobre nuestro sistema educativo tenemos. Lo primero a señalar es que las percepciones se correlacionan fuertemente con los estudios más confiables sobre la materia. La gran mayoría de los peruanos reconocen el desastre, encuentran en la educación privada una alternativa pero pocos aún pueden dar el salto de la pública-gratuita (aunque el trasvase sea cada vez mayor).

Existe una gran esperanza en el equipo liderado por el actual Ministro de Educación Jaime Saavedra, quien conoce bien la problemática y, esperamos, sabrá plantear las reformas necesarias para que el sistema funcione. Los recursos que se requieran, según sabemos por el Ministro de Economía, estarán disponibles. Nada de ello servirá, no obstante, si no existe una decisión política detrás de hacer los cambios.

Por lo pronto, la reforma universitaria es un claro ejemplo de lo que no debemos hacer; es seguir por el sendero establecido apostando a la mayor vigilancia y regulación, lo cual ya sabemos no funciona. La lucha emprendida por la gestión de la Ministra Salas contra la educación escolar privada es otro ejemplo de lo mismo (regulaciones absurdas, mayores costos de implementación, entre otros).

Esperamos pues una propuesta integral, que apueste por un sistema distinto al establecido que promueva la creatividad, la excelencia, la cultura científica y los valores humanos. Ojalá veamos pronto un destello de luz; llevamos demasiado tiempo en este túnel estatista y asfixiante que prometió aquello que, claramente, no ha podido cumplir. Es necesario un cambio, y pronto.