La "gracia" de Mugabe. (EFE)
La "gracia" de Mugabe. (EFE)

El 7/9/2013, escribí en esta columna de Perú21 lo siguiente: “‘Si alguien está descontento con el resultado, es su problema. Puede ahorcarse si quiere, no nos importa’, advirtió el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, hace un mes, luego de que se hiciera reelegir para gobernar su país por 33 años, aprovechando el ventajismo, la intimidación y la falta de independencia de poderes –en especial el electoral–, característica común de los autócratas contemporáneos”.

También indiqué cómo Mugabe seguía poniendo “la soga al cuello” a 11 millones de habitantes de Zimbabue que sufrían desde el 2000 la descapitalización del país “a causa de un política de reforma agraria en el nombre de los pobres, que en realidad se convirtió en una práctica racista para quitar tierras a los blancos para otorgárselas a sus familiares y amigos en el poder, conduciendo a la caída de la producción y a un bloqueo económico que hace que ese país tenga la mayor inflación del mundo (más de 230 millones por ciento)” y “…(que) los índices de hambre, enfermedades (el sida afecta a casi el 30% de la población), tasa de natalidad, etc., sean altísimos”. En 2009, Zimbabue mejoró levemente su economía adoptando el dólar americano como su moneda y hoy solo Venezuela lo supera como el país con mayor inflación en el mundo. ¡Dos “revoluciones” violentas y discriminatorias con un mismo resultado!

Los militares de Zimbabue no se movilizaron para deponer al nonagenario dictador que gobernó al país por 37 años para detener las desgracias que provocó a millones de sus compatriotas, sino por la “gracia” de su esposa Grace, quien conspiró, para ser la sucesora, contra el vicepresidente Emmerson Mnangagwa. Finalmente, el mismo entorno del partido de Mugabe seguirá en el poder.

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